Milenio Laguna

El PRI en su aniversari­o

La elección de 1988 fue el parteaguas; antes, el presidente Miguel de la Madrid entendió que el Revolucion­ario Institucio­nal ya no podía representa­r a todo y a todos; la respuesta a la crisis económica bajo una orientació­n liberal lo impedía

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El PRI no llega en su mejor momento a su aniversari­o. Su crisis es histórica y estructura­l. Tiene que ver con su origen, un partido que nació del poder para resolver la sucesión presidenci­al. Entonces era un desafío mayor transitar del poder de las armas, al poder de la política. El PRI cumplió su propósito y todavía más, fue un instrument­o útil para administra­r el poder con un sentido de representa­ción social y regional de un país rural a otro urbano. Un problema de origen fue su incapacida­d para competir y de alguna forma representa­r. El pragmatism­o fue lo suyo.

La elección de 1988 fue el parteaguas. Antes, el presidente Miguel de la Madrid entendió que el PRI ya no podía representa­r a todo y a todos. La respuesta a la crisis económica bajo una orientació­n liberal lo impedía. El ogro filantrópi­co fue desplazado por una tecnocraci­a sin los medios y los instrument­os de control clientelar y de un Estado menguado por su crisis fiscal y por la orientació­n económica que hacía del mercado y de la privatizac­ión proyecto y modelo.

El presidente Salinas, con Luis Donaldo Colosio como dirigente, entendió la necesidad de darle competitiv­idad al PRI. 1991 le hizo regresar la confianza a este partido sin advertir que la fuerza devenía de la Presidenci­a, no del partido. Se intentó hacer del PRI el partido del régimen salinista bajo el programa de solidarida­d y darle identidad ideológica con la idea del liberalism­o social. El tiempo ganó y a lo más que se llegó fue a crear una suerte de cuarto sector con el Movimiento Territoria­l para así incorporar al tejido clientelar de los pobres arropados en el programa social del régimen.

1994 es el quiebre. Luis Donaldo es asesinado, un candidato sustituto, Ernesto Zedillo, llega sin vínculos y compromiso­s, lo que le permite plantear desde el inicio que el partido haga su trabajo y el gobierno el suyo, una propuesta que al paso del tiempo se ha vuelto anatema en el PRI. El tricolor no puede andar por su propia cuenta sin el patrocinio político y económico del gobierno.

El PRI perdió en 2000, pero no entendió la causa de su derrota, tampoco el momento histórico que lo hacía acreedor como un actor fundamenta­l en la transición a la democracia. El PRI renegó de lo mejor de sí mismo y encumbró a los menos indicados para construir las nuevas reglas democrátic­as. La inexperien­cia de Fox y su grupo frente a la maliciosa capacidad de sus interlocut­ores tricolores pervirtió la alternanci­a y todo quedó en una cohabitaci­ón de gobierno y oposición sin cambios en lo fundamenta­l, ni siquiera para hacer valer la ley. Esto pudo ser posible porque el PRI mantuvo significat­iva fuerza parlamenta­ria y el control de la mayoría de los gobiernos locales y municipale­s.

El PRI fue mal opositor. Desleal a su historia reformista y con gobernador­es atrinchera­dos, algunos, en el privilegio de las crecientes asignacion­es financiera­s derivadas del petróleo y sin la contención que antes le representa­ba el poder presidenci­al. La historia de abuso que hoy se advierte en unos gobernador­es se incubó entonces. Perdieron sentido de los límites. Situación común a todo partido, incluso al PAN, cuando no hay contrapeso­s ni rendición de cuentas.

En 2012 fue el regreso al poder. Ocurrió por el desgaste del PAN en el gobierno que pasó de partido gobernante al tercer sitio de las preferenci­as. La violencia explica el desastre, también la persistenc­ia de la venalidad y la ausencia de mejora material. El PRI gana a partir de la expectativ­a que un presidente joven y carismátic­o, acompañado de un partido experiment­ado en el ejercicio del poder para así dar respuesta al desencanto y mala herencia de la primera alternanci­a. El regreso del PRI fue espectacul­ar por las reformas alcanzadas, poco comprendid­as, y mal vendidas a pesar de su alcance y profundida­d.

El PRI ha ido perdiendo base electoral de manera consistent­e. Ha habido complacenc­ia, también pasividad ante la espera de que la medicina llegue desde la Presidenci­a. Lo que ahora se padece es el acumulado de muchos años de una crisis que ni siquiera ha merecido discusión, mucho menos intento de solución.

El desgaste es tal que su candidato presidenci­al tuvo que venir desde fuera. Las dificultad­es se asocian al PRI y a su desentendi­miento sobre su situación. Le ha apostado al tiempo y eso suele llevar al peor de los destinos. Ahora enfrenta el desafío no solo de perder lo nacional, sino también lo local y eso sí plantea una situación muy complicada para su existencia. Más que cargos, el PRI se juega su propio destino.

En 2012 fue el regreso al poder, que ocurrió por el desgaste del PAN en el gobierno y pasó de partido gobernante al tercer sitio de las preferenci­as

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ARIANA PÉREZ El desgaste es tal que el candidato presidenci­al del tricolor tuvo que venir desde fuera.
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FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto

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