Ayudar a los pobres, lo que inspira a Xóchitl
A sus 9 años, la niña genio de los Altos de Chiapas señala: “Cuando yo veo a la gente sin nada me da mucha tristeza, me dan ganas de darles un hogar”
Xóchitl Guadalupe Cruz disfruta la vista de los Altos de Chiapas desde su azotea. Hace una pausa y reflexiona: “Yo quiero ayudar con mis conocimientos porque aquí hay mucha gente pobre. Cuando yo veo a la gente sin nada me da mucha tristeza, me dan ganas de darles un hogar”.
La niña de 9 años, oriunda de San Cristóbal de las Casas, suspira y continúa explicando cómo y por qué ideó el calentador solar. “La mayor parte del año es una zona fría, la gente se baña con agua fría, entonces se enferma mucho, los problemas de salud se incrementan y así sigue la pobreza”, menciona mientras su discurso no deja de fluir, a pesar de su corta edad.
En su asombrosa inteligencia, Xóchitl tiene una profunda conciencia social sobre las necesidades de la región que habita. “Me dije: ¡Xóchitl! ¿Cómo puedes hacer un calentador sin dañar el medio ambiente? Fui razonando, observé lo que la gente necesita y dije: ¡Voy a hacer un calentador!, porque aquí son caros. “Empecé a hacer unos garabatos en mis cuadernos, porque no soy buena dibujando; mis papás no me entendían ni papa, pero yo les iba explicando poquito a poquito hasta que me dijeron: ‘Bueno, sí, hazlo’”.
Así surgió el proyecto en el ciclo escolar pasado que le valió el Reconocimiento ICN a la Mujer, que otorga el Instituto de Ciencia Nuclear de la UNAM, por demostrar aptitudes sobresalientes para el trabajo de divulgación científica.
Con su chispa de genio y el apoyo del Programa Adopta un Talento (Pauta) de la UNAM, Xóchitl construyó un calentador solar que instaló en la azotea de su domicilio, con la capacidad de elevar la temperatura de 10 litros de agua desde los 35 hasta los 45 grados centígrados.
La niña describe exaltada los materiales que requirió para su invento casero: 15 metros de manguera color negro, 10 botellas de PET pintadas de negro, cintillos de plástico, base de madera, nailon negro y cristales reciclados. “Utilicé las puertas de cristal de un enfriador descompuesto para hacer un efecto invernadero, porque éstas poseen características intrínsecas que las hacen
Mis papás no me entendían ni papa, pero yo les iba explicando poquito a poquito”
insustituibles”, remata muy seria mientras enumera las propiedades moleculares del agua.
Por la ciencia
Xóchitl es risueña y sus ojos brillan cuando habla sobre ciencia y comparte documentales sobre vida silvestre, los cuales prefiere ver en vez de caricaturas.
Para la niña de tercer año de primaria todo es matemáticas, su materia favorita. Incluso, asegura, las encuentra cuando juega futbol, otra gran pasión. “Una vez tiré un golazo desde la media cancha. No sé cómo le hice, pero le di tan fuerte que yo creo que hasta con cálculo me salió”, presume la seguidora de los Pumas.
La pequeña comenta que su pensamiento va más rápido que su habla, y así lo confirman sus padres, para quienes ha sido un reto resolver las constantes interrogantes de su hija.
Su madre, Alma López, es empleada en una tienda de ropa; su padre, Lucio Cruz, un maestro de educación indígena preescolar en una comunidad de Pantelhó, que además hace trabajos de herrería y fontanería. Ellos han sido su principal apoyo, junto con su también brillante hermano. “Estoy muy orgulloso de mi hija porque aquí en Chiapas es muy difícil sobresalir en la ciencia. Aquí no hay esa cultura. Nosotros como docentes no tenemos esa especialización y vamos descubriendo poco a poco cómo enseñarles a los pequeños. La verdad es que hemos aprendido mucho con ella”, destacó Lucio.
Mientras, en el patio de una pequeña casa en un fraccionamiento de San Cristóbal de las Casas, Xóchitl sigue pateando el balón. Es su momento de relajación antes de volver a pensar en su siguiente proyecto. “Mi hermano y yo queremos mejorar el calentador “, concluyó la que aspira a ser doctora en matemáticas en un municipio que registra un grado de escolaridad máximo de primaria.