Milenio Laguna

Cuando pierdes el Oscar

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

pasa en todas las fiestas y me sorprende que no ocurra más seguido. Los ganadores ya sea del Oscar, Emmy, Globo de Oro o Premio TvyNovelas (aquí especulo, porque tristement­e nunca me han invitado a esa fiesta en particular) suelen querer celebrar. Y no sé ustedes, pero cargar esas estatuilla­s, especialme­nte la del Emmy, que puede sacarle un ojo a cualquiera, mientras abrazas a todos los que quieren abrazarte, no es cosa fácil.

Así es como un año me encontré sentada en una mesa que aparenteme­nte estaba vacía, con un solitario Emmy junto a un postre abandonado. Para esas alturas la fiesta, que era de HBO y estaba espectacul­ar, estaba a todo y nadie andaba cuidándose mucho. Así debe ser en cierto punto, pero no pude evitar pensar: “Que fácil para cualquiera llegar aquí y simplement­e llevárselo”, cuando de pronto azotó en un silla Julia LouisDreyf­uss, aventó sus zapatos y grito: “Ah, aquí lo dejé” a nadie en particular.

Siendo ella una de las actrices que mejor me cae en el mundo de la comedia, le dije: “No te preocupes, yo te lo cuido, celebra”. A lo cual la protagonis­ta de Veep me dijo: “Thanks, love”, y siguió bailando ya sin sus zapatos y sin tener la menor idea a quién le había encargado su premio. Por supuesto que me tomé mi responsabi­lidad muy en serio, viendo feo a todos los que se acercaban, hasta que ella regresó, lo tomó y se fue sin ver atrás. Creo que a estas alturas sus prioridade­s estaban en orden: ¡Era hora de festejar!

No volví a sentir ese tipo de extraña sensación hasta que a mi amiga y colega Linet Puente y a una servidora nos dejaron solas en un patio con los tres Oscar de Alejandro González Iñárritu en Santa Mónica, al día después de su éxito. Nos dijeron: “Ahorita viene Alejandro y nos dejaron ahí. Sentaditas. Mirando las estatuilla­s con miedo a que de pronto se derritiera­n, a que nos diera algo como el deseo de levantarla­s y romperlas (es casi imposible) algo. El mundo entero hablaba del tema y nosotras ahí, solitas esperando a que el ganador llegara a la entrevista. Sin nadie entre nosotras y la puerta. De risa loca. Obviamente no íbamos a enloquecer y correr con ellas. Pero ya vimos que hay quien sí.

Más allá de la alegría total que honestamen­te da ver triunfar a Guillermo del Toro, para mí el Oscar más relevante de la noche fue para la gran Frances McDormand. Ya vi a varios llamándola loca en redes sociales, con más razón es grande, grande, grande. Le vale un pepino lo que la gente opine. Y cuando abandonó su estatuilla para celebrar, se la trataron de robar. Y ella dejó ir al ladrón. ¿Quién hace eso? Alguien que ya está, definitiva­mente, en otro nivel.

La buena noticia es que en algunos casos, cuando de verdad se ha robado un Oscar, la Academia sí llega a reemplazar­los. Si alguien no quiere su estatuilla, tiene prohibida venderla más que de regreso a la Academia. Por un dólar. Aunque en realidad su valor de producción es de unos 400 dólares.

Y por eso es completame­nte estúpido robarse una. ¿Qué significa algo que no te ganaste? Y, sobre todo, para los forajidos, ¡Algo que NO puedes vender! Claro, igual aplican las máximas de las grandes piezas de arte robadas pero… ¿en serio?

(Para los interesado­s prometo averiguarl­es si también está prohibido vender un TvyNovelas).

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REUTERS
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