Chico Che no tiene la culpa
No es algo que extrañe a estas alturas del partido. El rock que se deshace en México vuela tan bajo, está tan descolorido, carece de tal manera de identidad y su estado resulta tan lastimero que el hecho de que aparezca un disco “tributo” a Chico Che termina por dar ternura.
Tampoco es que los discos de homenaje a determinados “artistas” populacheros sean una novedad. Recuerdo cuando en los 90 apareció el tributo a José José y cómo removió al mundo del rockcito nacional. Muchos lo criticamos, pero muchos otros, y sobre todo ese público mexicano que todo lo acepta y todo lo aplaude sin chistar, lo aceptaron de muy buena gana. Fue un éxito de ventas y las disqueras descubrieron un filón de oro para hacer nuevos compactos con música de los Tigres del Norte, Tin Tan, ¡los Babys! o quien se pudiera (extrañamente y hasta donde sé, no existe un solo álbum tributo a Los Teen Tops, Los Locos del Ritmo o incluso a Enrique Guzmán en su etapa de solista. Pienso que sería más congruentes. Pero si algo reina en el submundo de nuestros pequeños roquerines es la incongruencia más descomunal).
Apareció pues este Chicocheísmo, larga duración con canciones del músico tabasqueño (por cierto, el favorito de don Peje, quien suele citar aquello de “Quién pompó”, aunque extrañamente esta canción no fue incluida en el disco).
Tal vez la música de Chico Che sea simpática y buena para amenizar fiestas y borracheras, no lo dudo. Sin embargo, sus composiciones no son precisamente un dechado de calidad artística. Y por supuesto: nada tienen que ver con el rock (aunque se cuente que a Chico Che le hubiese encantado ser roquero). El hecho es que ahí están, felices en su promiscuidad musical, Kenny y los Electricos, Jessy Bulbo, Pato Machete ( sic), Rocko Pachucote ( resic), Triciclo Circus Band y otros más, dándole vuelo a su vertiente cumbianchera con versiones que suenan tan lamentables como poco auténticas.
Pero, ¿qué le vamos a hacer? Esto ya no tiene remedio. Finalmente, Chico Che no tiene la culpa.