Milenio Laguna

TORONJA EN LA LONJA

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En Soriana compré las cosas de Silvia (quien me ayuda con la limpieza del departamen­to) y adquirí manzanas, lechugas y pepinos (así como material “despertado­r”) y me dispuse a realizar mis sueños de flaqueza.

¡A diferencia de muchos perdedores, yo tengo ésta rutina! ¡Yeaaaahhh! ¡Y la hice por tres días! Luego me desvelé y perdí el ritmo, y cuando desperté, la hueva seguía allí. Del despertado­r pasé directamen­te al descanso; luego, como desperté demasiado tarde, me dirigí directamen­te al periodo estabiliza­dor, calenté el agua en el microondas, desayuné y salí hecho la madre.

Como no me dio tiempo de comer a mis horas, fui a la cantina (donde hay comida hasta las 10 de la noche), me desvelé y volví a perder paso (y ganar peso). Traté de volver a mi dieta, pero después de la ensalada, me quedaba con hambre, y como ya descontinu­aron las galletas Habaneras, solo me quedan las saladas y no bajé de peso.

Al transcurri­r de los días me di cuenta de que envejecían las manzanas, los pepinos y las lechugas. Me daba pena de que Silvia se diera cuenta de que no me comía la comida sana y cambié las manzanas de lugar (para que pensara que me las comía) y la lechuga y los pepinos los corté y metí en Tupperware­s (por si se arrugaban y cambiaban de color, no se diera cuenta).

No puedo seguir llevando esta doble vida, debo bajar de peso de verdad, aunque para que funcione debo plantearme una nueva filosofía de vida: la comida, la bebida, los “despertado­res”, son espejismos de una vida falsa; las lechugas, los pepinos, la pomada de toronja, son la senda de Diógenes de Sínope, Zenón de Citio, Jesús de Nazaret (con una dosis de Arístipo de Cirene, si no, qué chiste).

Comienza marzo, el último mes del primer trimestre. Aún tengo ganas de triunfar y ¡ahí tengo mi lista junto a la cama, a diferencia de los perdedores! ¡Yeaaah!

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