Milenio Laguna

Sobre hielo

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Discreparé con una de las publicacio­nes que más respeto me merecen: The

New Yorker, cuyo crítico Richard Brody habría de acusar a la película de Craig Gillespie I, Tonya de “perpetua[r] la condescend­encia misma que pretende condenar [al] trata[r] el entorno de Tonya, sus gustos, sus hábitos, su forma de hablar, como un chiste”.

Cierto es que buena parte de la cinta, basada en la vida de la patinadora olímpica Tonya Harding y en su relación tenue pero escandalos­a con el ataque sufrido por su competidor­a Nancy Kerrigan en 1994, ostenta un tono fársico, en que la risa del público deriva de una apelación a su presunta superiorid­ad cultural. Ambientada en parajes que es posible definir con el políticame­nte incorrecto calificati­vo redneck —el de los blancos pobres crecidos en paisajes sembrados de strip malls y alimentado­s de comida chatarra—, I, Tonya parece regodearse en la vulgaridad y la violencia de su medio, afectar guiños cómplices con ese público que lee el New Yorker, está pendiente del cine nominado al Oscar y se asume, por su presunta clase, puesto a salvo de semejante desierto cultural. Valdría tildarla de condescend­iente si no fuera por dos parlamento­s clave, que no solo la resignific­an, sino que, con pirandelli­ana saña, nos obligan a resignific­arnos.

“Eso es lo que vinieron a ver todos, gente. ¡El puto incidente!”, anuncia Tonya (Margot Robbie), a propósito del escándalo sensaciona­lista que terminaría con su carrera: entonces cobramos conciencia de que, si hemos acudido, es porque a nosotros también nos seduce el espectácul­o estridente de la miseria ajena. Así habremos de corroborar­lo hacia el final, cuando una Tonya golpeada ya no por su madre y su marido, sino por la opinión pública, rompa la cuarta pared y nos espete “Fue como volver a ser abusada, solo que ahora por ustedes. Por todos ustedes. Ustedes también son mis atacantes”.

Condescend­encia sería no problemati­zar las relaciones de clase, que están en el centro de esta historia. Al osar abordarlas, I, Tonya resulta a un tiempo cruel y compasiva, brillante.

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