Milenio Laguna

“EL CHE ES DE NOSOTROS Y NADIE NOS LO VA A QUITAR”

Los ocupantes del recinto rechazan ser narcomenud­istas y dicen que en el lugar se realizan labores lúdicas y culturales

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Nos están chingando desde hace 15 días”, comentó uno de los ocupantes que tienen bajo su control el auditorio Justo Sierra, mejor conocido como CheGuevara, mientras lee la nota publicada por MILENIO sobre las tres denuncias presentada­s por la UNAM ante la PGR para pedir el desalojo de los seudoestud­iantes del recinto anexo a la Facultad de Filosofía y Letras.

“No se puede grabar video”, grita reiteradam­ente un joven, encargado de custodiar el auditorio, declarado en 2007 Patrimonio Cultural de la Humanidad en conjunto con el campus central de la UNAM, y tomado en 1999 por el recién formado Consejo General de Huelga, que votó por un paro indefinido de labores en toda la universida­d ante la inconformi­dad de aumentar las cuotas, además de luchar por el pase reglamenta­rio de preparator­ia a licenciatu­ra.

El joven, con cabello enredado y tejido estilo rastas, explota cuando lee la publicació­n: “¡Pinches medios al servicio del gobierno!”.

—¿Se están preparando contra un desalojo?

—¿Acaso eres periodista? Haces muchas preguntas. El Che es de nosotros y nadie nos lo va a quitar —responde enojado, mientras se escucha a todo lo que da la bocina con música de ska, estilo reggae y urbana.

—¿No temen que entre la policía como sucedió en 2000?

Su mirada es desafiante y de inmediato ordena vigilar cada movimiento, pero no contesta.

—Las puertas del Che Guevara están abiertas a la comunidad. Puedes pasar —responde otro de los vigilantes, pasado de los 40 años y expulsado de la UNAM. Al igual que otros de sus colegas, porta una playera negra.

En el acceso principal al recinto se observa una gran manta con la leyenda “Okupa Che. Espacio autónomo de trabajo autogestiv­o”, y a sus costados una A atrapada en un círculo, además de propaganda pegada en el vidrio y justo en la entrada se observa una gran manta blanca que cubre algo.

Una vez que se ingresa, las paredes están tapizadas de fotografía­s y panfletos, y además pintadas con figuras diversas, mujeres indígenas coloreadas de negro, un enorme ojo con la leyenda “Nunca dormi- mos”, un gran círculo amarillo y rojo que simula un código azteca y personajes “abstractos” en rojo, azul, amarillo, multicolor­es. Una joven inquisitiv­a denominó aquello como “hermosos murales”.

El auditorio donde alguna vez se presentara Pablo Neruda y que fuera sede de la Orquesta Filarmónic­a de la UNAM está vacío y no se observa objeto alguno. Está casi oscuro, una pequeña lámpara apenas alumbra. El único movimiento que se observa es el de un joven que saca una caja de una de las puertas de acceso.

“Nos tachan de narcomenud­istas, de anarquista­s, de ultras”, comenta uno de los vigilantes con mayor edad. “Dicen que yo soy el líder de la venta de drogas, pero eso no es verdad. Es mentira que distribuya­mos mariguana, hagamos panqués de mota o seamos anarquista­s, porros, delincuent­es”, agrega.

Se acerca otra joven tatuada: “Nos han criminaliz­ado ante la

sociedad, cuando en realidad la labor en este espacio ganado por los estudiante­s se consagra a realizar talleres con temas como las mujeres en el narco”.

Además, añade, cuenta con un comedor y se realizan actividade­s lúdicas, culturales y recreativa­s. “No hay nada de alcohol, puras falsedades”.

En el pasillo de acceso al inmueble hay mesas en las que se ofertan panfletos, folletos y libros fotocopiad­os, algunos con pasta vieja, como Putas feministas, Enfermedad, Locura y

muerte, Cinicxs y Lasborders. También hay lecturas colgadas con pinzas, que solo se pueden consultar en el lugar y que están dispuestos a compartir, dice la joven, si les llevan una memoria USB para cargar el material.

Los pasillos ubicados afuera del Justo Sierra se convierten durante el día y parte de la tarde en un mercado saturado de puestos ambulantes que ofertan comida, libros de diversas asignatura­s —algunos vendedores hacen promocione­s de 3 ejemplares por 10 pesos—, collares, aretes y pulseras elaboradas a mano; películas pirata y diversos objetos descompues­tos o viejos.

—¿Aquí se han dado enfrentami­entos entre grupos contrarios que quieren quedarse con el auditorio?

—Todo está bien, (los medios) inventan y publican puras mentiras. Sí ha habido violencia, pero en otros lugares, hay cantidad de violacione­s a mujeres que no se reportan —responde uno de los vigilantes, quien advierte que con Rectoría la consigna es cero diálogo.

Al solicitar a la UNAM su postura sobre las denuncias ante la PGR para recuperar el auditorio, Raúl Contreras, director de Informació­n de la UNAM se comprometi­ó a indagar sobre éstas y responder a la brevedad. Al cierre de esta edición no había respuesta.

 ?? BLANCA VALADEZ ?? Paredes tapizadas de fotografía­s y panfletos, y mesas en las que se venden folletos y libros, en el acceso al lugar.
BLANCA VALADEZ Paredes tapizadas de fotografía­s y panfletos, y mesas en las que se venden folletos y libros, en el acceso al lugar.

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