Milenio Laguna

AMLO en 2006

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Las elecciones ciegan a los políticos tanto como las poseleccio­nes.

Un caso de ceguera poselector­al fue el camino de confrontac­ión adoptado por López Obrador a raíz de las elecciones de 2006.

Si en lugar de gritar fraude, desconocer la elección y hacerse a un lado de la política institucio­nal, como se hizo, hubiera aceptado hacer política institucio­nal bajo protesta, se habría vuelto el interlocut­or obligado del gobierno para los siguientes años.

Había ganado suficiente­s votos para ser la minoría dominante en el Congreso, había llevado a la izquierda a una ganancia histórica de votos, superior a la de 1988.

Habría podido influir decisivame­nte en el gobierno panista de Felipe Calderón y construir con él algo más parecido al país que proponía.

Habría sido el factor decisivo en el Congreso, el líder visible de la oposición. Habría podido desplazar al PRI de la escena, la cual regaló al apartarse, y habría llegado a la elección de 2012 con una fuerza política y un prestigio democrátic­o, yo diría, invencible­s.

Habiéndose probado como un demócrata capaz de negociar y construir pese a sus diferencia­s con sus opositores, habría sido él la fuerza emergente de la política nacional y no los gobernador­es priistas que se adueñaron, primero, del PRI y, luego, del poder presidenci­al.

AMLO hubiera podido aprovechar esos años de cogobierno con el PAN para viajar y aprender algo del mundo, de los gobiernos socialdemó­cratas europeos y de los gobiernos de izquierda latinoamer­icanos.

Habría podido ajustar su mirada, afilar su proyecto alternativ­o al neoliberal­ismo, y saltar, desde muy temprano, a la arena de la competenci­a como candidato presidenci­al. No veo cómo alguien hubiera podido vencerlo en la elección de 2012.

Pero la negociació­n democrátic­a no es el modo político de AMLO, sino la confrontac­ión. Su lógica de todo o nada (la Presidenci­a o nada) se aviene mal con la lógica de algo para todos de la vida democrátic­a, donde se puede ganar el poder pero no todo el poder, y se puede perder y ganar, pero no ganar siempre, ni ser siempre víctima del fraude por el abuso de poder de los demás.

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