Torreón tenía ‘fama’ de ser una ciudad prostituida
Así la población crecía y la gente llegaba de todo el mundo. Esto generaba buenos ingresos al Ayuntamiento, pero mucha gente se quejaba de que la administración de Eduardo Guerra era la peorcita
Su obra culmen fue la de explotar a las meretrices, quienes a través del departamento de salubridad, eran objeto de impuestos hasta para caminar por la calle. Si alguna encontraba marido, también tenía que pagar 50 pesos al jefe de salubridad para dejar la mala vida. Las ganancias eran pingües y de vergüenza.
Se registró un drama muy feo en San Pedro. Dos mujeres se disputaban a una niña. La madre biológica, Isabel, abandonó a la pequeña cuando tenía seis meses; pero se la dejó a su vecina Maximiana, quien la registró a su nombre y la tomó como hija propia. Para entonces la niña ya tenía siete años.
Isabel volvió por ella ya cuando la criatura no necesitaba tantos cuidados. Maximiana había quedado viuda y tuvo que trabajar en muchos lugares para poder mantener a la menor. El juez segundo local de San Pedro dio la orden de que Maximiana entregara a la niña a su madre biológica.
La escena fue trágica porque la hija adoptiva y su mamá se abrazaban y no querían soltarse, llorando a lágrima viva; a Maximiana le dio un síncope que la dejó en cama. Pero nada más se pudo levantar y fue por su criatura para pelear, alegando que Isabel no tenía derecho de quitarle a su nena.
Con destino a nuestra patria, venía desde Inglaterra una comisión de hombres de negocios, menos mañosos que los del ayuntamiento de Torreón, en busca de un acercamiento comercial. Se consideró que esto significaba que los británicos aceptaban las leyes nuevas que les perjudicaban en sus negocios petroleros.
Muchos escapaban de Rusia. Sobre todo los capitalistas, nobles, y personas que en su momento significaron de algún modo una opresión, pues esta gran nación vivía aún en tiempos medievales, con un sistema de vasallaje que podía ser brutal. Salieron de Guatemala para entrar en guatepeor. Pero entonces, los que huían se dieron cuenta de que la gente no se alzaría contra el bolchevismo.
En El Paso se registró un escándalo formidable entre un militar y dos civiles. En la oficina de la guardia militar, entró una llamada de teléfono que contestó el jefe al que le dijeron: “mande seis hom- bres armados con rifles al teatro Alameda”. Luego en la estación de policía, otra llamada: “un grupo de mexicanos en el teatro Alameda va a matar a los guardias militares”.
Y se armó la gorda. De las dos oficinas salieron hombres armados que cuando llegaron al dichoso teatro, se encontraron a un soldado armado que discutía con otros dos sujetos. Cuando vieron llegar a las guarniciones, salieron hechos la mocha sobre todo los mexicanos, pero uno se cayó y así medio desmayado lo detuvieron, junto al soldado. Las primeras investigaciones decían que el pleito fue por una mujer.