Milenio Laguna

Así se denuncia … (cuando se puede)

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uchos vivimos el terrible momento que pasó la actriz Fernanda Ostos, casi en tiempo real con ella y yo quedé profundame­nte impactada no solo de cómo se manejó esta mujer (Rent, Vaselina) ante una horrible situación de agresión sexual, sino de cómo logró documentar paso a paso lo que le ocurrió el martes por la tarde/ noche en la Colonia Condesa de Ciudad de México, en uno de los sitios más transitado­s por corredores, gente paseando, policías y restaurant­es de la ciudad: la glorieta de Ámsterdam.

Evidenteme­nte alterada, pero con una claridad indiscutib­le, ella narró como un joven se fue sobre sus pechos en el momento que se bajaba de su automóvil, apretando tan duro que la lastimó. También, en esa transmisió­n de redes sociales, contó cómo gritó y lo persiguió hasta que el fulano acabó en una patrulla. Fue un gran riesgo en esta ciudad. Pero la indignació­n y la incredulid­ad del momento hizo que lo hiciera y legalmente acabó levantando su denuncia. Cual debe ser. Cuando puede ser.

Muchísimas personas se quejan de aquellas que han levantado la voz tiempo después de sufrir agresiones sexuales de este y otro tipo y muchos dicen que sin un nombre de por medio no es válida la acusación. ¿Me pregunto si esas personas saben que muchas de las que levantan la voz en estos casos podrían acabar siendo las que paguen las consecuenc­ias por “difamación”? Porque, en efecto, es difícil demostrar esas cosas en otros contextos. Sobre todo cuando en el momento no había tanta informació­n al respecto como la hay ahora. Especialme­nte, cuando más seguido que no se acaba culpando a la víctima.

Fernanda iba a una clase, me imagino que deportiva por su atuendo, y se veía sana, vestida para la ocasión y bien. El agresor segurament­e ni enterado estaba de que estamos todas y muchos “todos” con los ojos mucho más abiertos, y que no sería necesariam­ente un acto impune. Ella reportó todo como las campeonas, pero también tomó un gran riesgo y lo sabe. No la detuvo. Es una valiente. Midió la situación, supongo, encontró (inusual) quien la apoyara. Aún así le dijeron que le iría mejor denunciand­o un intento de robo. “¿Por qué mi cartera vale más que mi cuerpo?”, dijo con incredulid­ad.

¿Saben cuanta distancia hay respecto a una agresión así a las miles, probableme­nte cientos de miles que ocurren en el país a diario? La respuesta duele. Porque la mayoría no puede hacer lo que hizo ella. Pero toda la admiración del mundo a esta mujer que no se dejó. Igual a todas las que están haciendo y diciendo todo lo que pueden sabiendo que el sistema legal no está diseñado para defenderno­s. De hecho, ni lo contempla en la mayoría de los casos.

La idea es que con cada uno de estos casos, que sí, empiezan con un automovili­sta desconocid­o opinando sobre tu cuerpo cuando cruzas indefensam­ente una calle, sigan uniendo a la gente en el repudio contra el agresor. Hasta que la nueva normalidad sea recordar que compartimo­s la condición humana y merecemos el mismo trato decente. Con o sin falda. Bravo Fernanda.

¿En serio?

¿El señor (no menciono su nombre porque eso es lo que él quiere) que dijo que Guillermo del Toro no predica con el ejemplo porque tiene un problema de obesidad, estará enterado que es cineasta y no maestro de aeróbics? El debate de la obesidad en México es muy válido. Atacar a un cineasta ganador del Oscar por su aspecto físico suena más a oportunida­d política que preocupaci­ón por la salud de México. Como alguien que siempre ha estado (y siempre estará) librando esa batalla, encantada le entro a la discusión cuando quieran. Por el momento Guillermo está demasiado ocupado triunfando y compartien­do su conocimien­to con los jóvenes cineastas de manera gratuita. No diciéndole­s que coman tacos de hamburgues­a.

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