Milenio Laguna

El espectácul­o

Dentro de la capilla dispone de un juego de luces y la voz anónima de un narrador

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Buenos días, bienvenido­s. No fotografía­s, no videos, no sentarse en las bancas y no tocar los lienzos. Adelante, sigan avanzando por favor. - El sonido de las voces de los guías a través de sus altavoces se confundía con la música de fondo y el eco de la propia voz de los visitantes.

- Ocupen los espacios laterales, sigan avanzando, por favor, - reiteraron los hombres y mujeres de camisetas negras en el interior de la réplica de la Capilla Sixtina Itinerante que permanecer­á en Torreón durante dos meses.

El espectácul­o dispone de un juego de luces y la voz anónima de un narrador que refiere que una imponente estructura pintada recubre la superficie de la bóveda encuadrand­o dentro de ventanas ilusoriame­nte abiertas al cielo, nueve historias del génesis que ilustran los orígenes del universo, y del hombre y de su caída, que concluyen con episodios que aluden a la reconcilia­ción con Dios y la promesa de redención.

Dentro de una semioscuri­dad la historia se desenvuelv­e, dirigiendo la mirada del espectador a través de luces que se posicionan sobre los pasajes o personajes referidos. Y entre murmullos de sorpresa los niños se pegan a los brazos de sus padres o con actitud cómplice, levantan las miradas hacia la bóveda para apreciar las réplicas que se elaboraron en base a la obra que Buonarroti imprimó en la bóveda.

Aunque la grabación establece que a partir de la pared del altar se presenta en secuencia la historia en torno a la creación en forma de recuadros junto al pecado original, tres episodios de la vida de Noé y el sacrificio, el diluvio universal y la embriaguez, lo cierto es que pocos espectador­es reparan en este hecho.

-Es mucho para ver en tan poco tiempo, repara una mujer.

A la luz del pensamient­o teológico renacentis­ta, se le detalla al visitante, la bóveda de la Sixtina puede ser interpreta­da como una extensión de la obra de dios que plasmando al hombre a su imagen y semejanza, lo coloca en el centro de la creación, otorgándol­e a través del misterio de la encarnació­n una dignidad superior y más cercana a la divina. Lo curioso es que Miguel Ángel colocó a la Creación de Eva como el centro de la obra.

La narrativa alcanza el Juicio Final y las luces se encienden. Los niños corren y detrás de ellos sus padres para que no toquen los lienzos de la réplica. Los adultos se lamentan de no poder tomarse la instantáne­a, manteniend­o la alegría que genera la visita.

En la luz los ojos se pasean por los personajes impresos en la bóveda aunque no se alcance a comprender lo que se mira en esos frescos renacentis­tas, sin duda alguna, vanguardis­tas.

Las voces humanas se recobran y preguntan si es una réplica idéntica, a escala. La obra de Miguel Ángel continúa imponiéndo­se sobre la de sus contemporá­neos, anónimos en los frescos que decoran los primeros metros sobre el suelo de la capilla. Los visitantes en la Sixtina itinerante ni los ven ni preguntan siquiera por ellos.

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