Milenio Laguna

En la Ciudad de México tembló por casi 17 minutos

El movimiento fue despacito, así que no hubo reportes, al menos de inmediato, acerca de daños materiales o en las personas que tuvieron que vivir esos momentos que no son bonitos para nadie

- Cecilia Rojas

Una partida de unos 400 individuos merodeaba las inmediacio­nes de Viesca y Parras. Un grupo de estos bandoleros llegaron a la hacienda de San Lorenzo, correspond­iente a Parras, en donde plagiaron al señor Donaciano, un adinerado hacendado por el que pidieron rescate monetario. Pero seguido pedían su “moche” a los vecinos de dinero, para no hacerles algún mal.

Y como iban a tenerle miedo a la cárcel, si en San Pedro algunos de los que permanecía­n internados en los separos, los privilegia­dos que tenían su lugar aparte, eran agasajados con todo tipo de libertades. Los dejaban salir a tomar el fresco en la plaza, que estaba frente a la cárcel, les prestaban barajas, guitarras, vino. Pura vida.

En Torreón también había cosas bonitas. Por entonces había más de cien casas nuevas en construcci­ón y los escombros, cascajos y basura en general que salían de estas fincas, se quedaban en la calle, sin que nadie, ni sobras públicas, ni la policía, hiciera algo por cambiar el aspecto horroroso de la ciudad.

En el marco de la prohibició­n de venta de alcohol del lado de los vecinos del norte, había gringos innovadore­s que mandaban su mercancía etílica a México. Desde Kentucky salieron 36 millones de galones de whisky que venían con rumbo a Ciudad Juárez, donde ya les buscaban bodega porque era mucho. Acá ni nos gustaba.

Senadores gringos esperaban la llegada de la comisión que vino a investigar lo del caso Jenkins. Pero descubrier­on cosas peores, como que el gobierno mexicano andaba de metemeahi haciendo decidida propaganda a favor de los “rojos”, y en las barbas yanquis, en plena línea divisoria entre países.

Los vándalos seguían metiéndono­s en problemas; tropas del general Ricaut rescataron a Fred Hugo, ciudadano de EU, que fue plagiado en el rancho de Múzquiz, cerca de la frontera, por un grupo de villistas. Pedían diez mil dólares por el gringo. Aparte se llevaron a varios de sus amigos mexicanos, por los cuales pedían cinco mil. Tras el rescate, Fred Hugo se regresó a su país.

Y aunque el sentimient­o nacionalis­ta era bien visto y mayoritari­o, había mexicanos que si estaban de acuerdo con la intervenci­ón de EU contra México. Es probable que aún algunas personas aún consideren que esa alternativ­a puede ser. Al momento no han prosperado esos afanes.

Los soviets comunistas seguían ganando batallas en Rusia. Los encuentros bélicos entre las tropas rusas y las de Trotsky eran brutales; los bolcheviqu­es recogían el armamento dejado por los enemigos, ganando así pertrechos. Estados Unidos se mantenía al pendiente pero no tanto, estaban distraídos con México.

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