EVANGELIO APÓCRIFO DE SAN LUCAS
San Lucas se puso más ídem después de visitar los viñedos de San Marcos y confesó que Jesús le puso tremendo susto a los Apóstoles al resucitar, testimonio que quedó relegado a los Evangelios Apócrifos; aquí les pasamos su testimonio
Estando todos af ligidos por la muerte del maestro, nos reunimos en la taberna Las Glorias de Barrabás, libando buen vino de Persia, hasta que recuperamos el ánimo y bailamos el “Hava Naguila Hava”, cuando de pronto, San Mateo (¡alabado sea!) se percató de que nuestro señor Jesucristo habíase unido al desmadre, bailando entre San Andrés y San Pablo (¡ennoblecidos sean sus nombres!), vivito y coleando.
Nos apartamos de él, presos de temor, puesto que hasta entonces (salvo Lázaro, ¡alabado sea!) no teníamos noticia de difunto alguno que volviera a la vida, sin que mediara un milagro de Nuestro Señor.
San Bartolomé (¡bendito sea!) le jaló la nariz para verificar si era falsa, pues muchos fi listeos tenían por costumbre disfrazarse para colarse a las reuniones de las demás tribus y bailar y beber gratis.
Jesús nos dijo: “¿Por qué os espantáis de mí? Antes de mi muerte clarito les dije que resucitaría”. Santiago el niño (¡alabado sea!) respondió: “Eso dicen todos los condenados a muerte cuando han bebido más de dos litros de vino”. “¡Quien cree en mí, tiene la vida eter- na!”, dijo y trató de besarle, más nuestro hermano salió corriendo: “¡Atrás! ¡Me han dicho que cuando desparecisteis 30 años no fuisteis a Egipto, sino a Haití tierra de zombis, muertos vivientes que contagian su enfermedad al devorar cerebros ajenos!”.
Jesús extendió sus brazos hacia él: “¡Basta de tonterías, hermano, y dadme un abrazo!”, pero Santiago se apartó horrorizado: “A mí no me engañáis, clarito os echaisteis de cabeza con la parábola de ésteesmicuerpoyéstaesmisangre. ¡Vuestro plan es que nos devoremos los unos a los otros!”.
Jesús se dirigió al resto de los Apóstoles: “No seáis tontos y permitidme que los abrace y bese”, hasta que Judas (¡bendito sea!) lo desmayó, golpeando su cráneo con un palo, y luego se dirigió a todos:
“Yo lo vendí por 30 monedas de plata; si vive, voy a revenderlo por un tanto igual; esperadme aquí, e invito otra ronda. Voy por los romanos, si se despierta, dadle más vino de Persia y ponedle bien persa; orita vengo”.
Y así fue como recibimos la resurrección, hasta que nos convencimos de su palabra y seguimos bebiendo y bailando y San Pedro puso la primera piedra (que todo mundo sabe consiste en tequila con anís y un chorrito de fernet).