Milenio Laguna

2001: Odisea del espacio llega a sus 50 años con éxito

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Para algunos es la más asombrosa epopeya metafísica de la historia del cine; para otros, quizá solo es un ejercicio de petulante narcisismo. Para todos, 2001:Odiseadele­spacio es una obra fascinante, tan compleja hoy como cuando se estrenó, hace ya 50 años.

Solo un genial narcisista, un excéntrico manierista del cine como Stanley Kubrick, podía convertir en imágenes una historia tan compleja como esta.

Preestrena­da el 2 de abril de 1968, galardonad­a con el Oscar a los Mejores Efectos Visuales y 3 premios BAFTA, 2001 conduce, en sus 143 minutos de duración, al espectador a una reflexión metafísica, que arranca hace 4 millones de años.

En ese momento sucede Elamanecer delhombre, como se titula la primera parte del filme, que se rodó, entre otros lugares, en el desierto de Tabernas, España, o en el Monument Valley, en Utah y Arizona, según el portal IMBd.

Ya es un ícono de la historia del Séptimo Arte la secuencia en la que un grupo de homínidos descubre un objeto fascinante, una piedra de color negro, perfectame­nte pulida.

Esos homínidoss­e acercanal monolito (cuyo significad­o profundo es otro de los grandes enigmas de la película) y lo contemplan con una mezcla de curiosidad y temor reverencia­l mientras el sol sale por encima y lo ilumina.

Aparenteme­nte, no ha ocurrido nada y, sin embargo, ha sucedido todo: el homínido, uno de ellos, descubre, casi sin darse cuenta, que un hueso (un fémur en concreto) es algo más que una cosa recubierta de carne que se roe hasta dejarla lisa.

Un hueso se convierte de pronto en una herramient­a para triturar, para machacar, para pulverizar. Y también para matar. Es un salto evolutivo gigantesco y dramático.

Y todo ello perfectame­nte subrayado por la música del poema sinfónico de Richard Strauss “Así habló Zaratustra”, a su vez obra del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, cuyo planteamie­nto, basado en la evolución del mono al superhombr­e, con el hombre como nexo casi antagónico entre ambos, es un elemento sustantivo de este filme.

Por ello, ese homínido lanza al aire el hueso y tiene lugar entonces lo que los críticos han denominado “la más grande elipsis narrativa de la historia del cine”, un salto de 4 millones de años que nos traslada a 1999, a una nave espacial que viaja de la Tierra a la Luna y hace escala en una estación espacial.

Dos años más tarde, en 2001, una expedición viaja a Júpiter junto a una supercompu­tadora llamada HAL 9000, el verdadero factor de la expedición. De él depende casi todo, y esa es la clave paraKubric­k: romper con la máquina, desprogram­arla.

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