“Cardenche, tradición oral herededa de los abuelos”
“En el ejido La Flor de Jimulco se sigue oyendo, pero en las casas”
CLilia Ovalle/ anciones de tierras flacas del desierto que se elevan arrancando emociones como las tolvaneras. De amores que se buscan a las dos de la mañana y que clareando el día se otorgan los adioses y se prometen desprecio: “Qué esperanzas que le ruegue, ese tiempo se acabó”.
El alarido que produce la espina al romper y penetrar en la carne se hizo voz Cardenche, tradición oral heredada de abuelos a padres. Vicente Mendoza Martínez al prologar el libro “La tradición Cardenche”, refirió que este género floreció desde fi nales del siglo XIX, hasta mediados de los años treinta del siglo XX, en diversas poblaciones del sur y sureste de la Comarca Lagunera, región que comparten Coahuila y Durango.
La expresión musical sobrevive y el canto se sigue escuchando sin ningún apoyo instrumental, ejecutado por tres voces que logran algo único dentro de la música popular mexicana. Testimonios sobran y en junio pasado con el apoyo de Radio Universidad de la UAdeC, y el taller Wuacha mi barrio, se editó el disco “Ya me voy, amigos míos”, homenaje al cantante Genaro Chavarría.
Embriagados por su historia y cultura, hoy los hijos, ya mayores, enseñan en el canto a los niños, y rotos algunos tabúes también a las Refugio “Cuco” Agüero, cardenchero. niñas que ahora gozan de derechos, así lo refiere Fidel Elizalde quien asegura, por este canto jamás se ha impuesto un pago pues se apela a la conciencia de los representantes gubernamentales para su difusión.
Quizá por ello siempre las cuentas les han salido mal a Los Cardencheros de Sapioriz a la hora de representar con su voz el patrimonio cultural inmaterial de la nación del que tanto se enorgullecen las autoridades locales, mismas que jamás han pensado en otorgarles una pensión por el trabajo cultural que realizan. Menos aún en pagarles decorosamente por sus conciertos y presentaciones.
En el caso de Refugio “Cuco” Agüero, la herencia le llegó a través de la voz que corría en las calles de su ejido, La Flor de Jimulco, donde Quico Orona, Andrés Adame Cervantes y Francisco “Quico” Beltrán Hernández, entonaban promesas de amor hechas jirones ante una botella de alcohol.
Cuco retomó el canto con Heriberto “Beto” Aguilera Hernández y Feliciano Hernández, en una comunidad donde la música ranchera y norteña se escucha al igual que las tendencias de la industria global. Así entre hip hop, el reggaeton y la música pop coreana (representada por grupos como Mister Junior con su éxito Mr. Simple), el canto se niega a desaparecer bajo la voluntad de tres hombres que paradójicamente, podrían utilizar la tecnología a su favor para difundir su arte.
A Cuco Agüero el sol le ha caminado en el rostro. De origen campesino el destino se encargó de llevarlo a trabajar con un equipo de geólogos, sacando muestras de la sierra, y a desempeñarse como guía en Jimulco. Pero escuchando los ensayos de los cardencheros grandes, de los que dice “sí cantaban deveras”, se le clavó la espinita del canto.
Por su parte Fidel Elizalde García, heredero de la tradición que dejaron en Sapioriz Eduardo Elizalde, Pablo García Antúnez y Juan Sánchez Ponce, dijo que por el canto nunca se ha cobrado, mismo que interpreta junto a Antonio Valle Luna y Guadalupe Salazar.
Además, Fidel observa que este tiempo les brinda una oportunidad que no tuvieron ni sus abuelos ni sus padres: la difusión del canto a través de la Internet, donde se encuentra en espacios como Youtube donde se localizan sus canciones y las interpretaciones que hacen del canto los jóvenes, donde la herida del cardenche comienza a abrirse paso.