Milenio Laguna

La señora Nieves Ramírez

Vende sus “figuras tejidas” en el Centro de Lerdo, para juntar dinero y operar a su hermana

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Doña Nieves Ramírez se instala a las afueras de la Casa de la Cultura de Lerdo y acomoda un banco, pero no para sentarse, sino para poner un pedazo de tela y sobre ella una serie de figuras de frutas y verduras hechas con tejido artesanal y algunas piezas de joyería de fantasía.

Encima de esta ‘mesa improvisad­a’, también coloca un cartón que plasma un mensaje, “Ayuda para la operación de los ojos de mi hermana”, con el que intenta juntar lo posible para enviarlo a Martina, su hermana menor habitante en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Dice que prefiere vender algo que pedir limosna, pues asegura que pidiendo monedas no junta lo que requiere y además recibe humillacio­nes por parte de mucha gente, que aunque siempre ha vendido algo, le recriminan que se ponga a trabajar a pesar de contar con más de 80 años.

Con la ayuda de una silla de rueda a donde sube sus artículos que vende, camina hasta llegar al centro de Lerdo, y en la misma silla se postra a esperar a recaudar algo de dinero para ella y para su familiar.

Indica que hace ocho meses juntó el dinero necesario para mandar operar a su hermana de un ojo, sin embargo falta la intervenci­ón quirúrgica en el otro, por lo que doña Nieves no descansa un sólo día buscando alcanzar el monto que va más arriba de 10 mil pesos.

“No pierdo la esperanza, ni las fuerzas por ayudar a lo poco que queda de mi familia, la única familia que tengo y sufre por no poder ver bien, por eso yo decidí ayudarla y pagarle su operación”.

Ha vivido en la calle, en los diferentes parques y plazas de Lerdo, luego, llegó a un cuarto que le prestaban a cambio de limpiar vasos de veladoras, trabajo que no aguantó al paso de los días por los dolores que le causaba esa labor en sus brazos, por lo que decidió buscar otro sitio, volver a la calle.

Señala que en tiempo de frío prefería quedarse a la intemperie a volver a limpiar vasos, esto a pesar de que contaba con una cama, baño y servicios.

Ahora se queda en un sillón de un cuarto que le presta una mujer colaborado­ra en Cáritas de Lerdo, lugar que le ofrece alimentos de manera continúa.

Lo que busca es vender cada objeto tejido además de la joyería y un poco de ropa que revende, pues dice, “es la única manera con la que puedo ayudar a mi hermana que se encuentra lejos de de mí pero cercana en corazón y mente”.

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