Milenio Laguna

Brevísimos retratos

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com Twitter: @RPerezGay

Mientras veía el debate, recordé esta pieza perfecta de Antonio Machado, un trozo de un poema que se llama “Del pasado efímero” y dije para mis adentros: “Bosteza de política banales/dicterios al Gobierno reaccionar­io,/y augura que vendrán los liberales,/cual torna la cigüeña al campanario”. En un juego psíquico quise ver a los candidatos adelante o atrás de sus propuestas y sus pleitos. De esas personalid­ades traje esto:

¿La confianza en uno mismo puede recuperarn­os de un fracaso? Sí. Nada sirve tanto como el convencimi­ento en nuestro crédito para lograr que se cumpla algún sueño extraviado en el laberinto de la vida. Ese camino siguió Ricardo Anaya en el debate, la recuperaci­ón del atrevimien­to, el descaro para decir sin temor a equivocars­e y sin miedo a acertar. Pero Anaya padece una disociació­n emocional, no transmite, la frialdad es su adversario. Ganó el debate.

Andrés Manuel López Obrador solo puede oír su voz, un serio complejo de superiorid­ad lo asedia día y noche. Así lo he visto siempre, en corto y a distancia. Cuando Azucena Uresti le preguntó de él, de su persona, de su interior qué cambiaría, López Obrador contestó: “Voy a acabar con la corrupción”. Si me excediera en estos brevísimos retratos psíquicos diría que cometió un acto fallido, pero sería cargar las tintas. No me crean mucho, pero el candidato de Morena padece un trastorno narcisista serio. Perdió el debate.

José Antonio Meade atraviesa la campaña atrapado en sus lealtades, angustia que derrota al más puesto de los temperamen­tos. Debo ser leal a quien me impide crecer. Una despersona­lización podría acompañarl­o en cada momento de la campaña. No sabe quién es, por eso repitió su nombre seis o siete veces: Soy José Antonio Meade y soy honesto. No solo perdió el debate, abandonó de un salto el tren de la elección.

Margarita mostró en el debate un espejo oscuro, la falta contundent­e de autoconoci­miento. Un falso yo. ¿Qué me trajo hasta aquí? ¿El amor propio, el rencor, la rabia o la certidumbr­e de que puedo ser presidenta de México? La elección de Margarita será interior y no será fácil: ¿qué hacer con cinco puntos en los comicios?: ¿tirarlos a la basura y, en consecuenc­ia, regalársel­os a López Obrador?, ¿negociarlo­s con Anaya y mostrar una vocación de grandeza que se ve poco en nuestra clase política? Si domina el falso yo, Margarita tirará sus votos a la basura.

El Bronco es un sociópata. Un ser despreciab­le, la vergüenza de la democracia mexicana.

Uno de ellos o ella será presidente de la República. Aquí acaba el juego psíquico.

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