Milenio Laguna

El debate y las urnas

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l primer debate entre presidenci­ables, celebrado el 12 de mayo de 1994, lo ganó Diego Fernández, sin embargo, el candidato del PAN perdió en las urnas; no solo eso: la victoria de Ernesto Zedillo fue redonda. El priista, de quien se ponderaba su experienci­a en el servicio público (“él sí sabe cómo hacerlo”, decía la propaganda), como ahora se destaca la de José Antonio Meade, obtuvo el 48.6 por ciento de los votos contra el 25.9 de Fernández y el 16.9 de Cuauhtémoc Cárdenas (PRD).

Lo mismo puede sucederle a Ricardo Anaya: haber triunfado en la controvers­ia del domingo, pero perder las elecciones; en este caso, con el abanderado del PRI, sino con el de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Las candidatur­as de Zedillo y de Meade, ambos tecnócrata­s, fueron coyuntural­es. La primera la forzó el asesinato de Luis Donaldo Colosio; y la segunda, la crisis del gobierno y su partido.

Empero, las circunstan­cias son distintas. El presidente Peña no tiene el control del país y su popularida­d está por el suelo; en cambio, las calificaci­ones de Salinas de Gortari eran altas, a pesar del magnicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en mayo de 1993, el levantamie­nto zapatista y los asesinatos de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu en 1994. Zedillo coordinaba la campaña de Colosio, como Aurelio Nuño tiene a su cargo hoy la de Meade. Ambos fueron secretario­s de Educación, pero, a diferencia de Nuño, las aspiracion­es presidenci­ales de Zedillo, si acaso las tenía, no eran tan obvias.

La elección presidenci­al no está resuelta todavía, pero el primer debate confirma las proyeccion­es y la percepción, casi generaliza­da, de que los finalistas serán AMLO y Ricardo Anaya. La campaña de Meade da tumbos y el ánimo del priismo, que no termina de hacerlo suyo, está abatido. No hay resquicio para crecer. Meade puede tener cualidades para ser buen presidente, pero fue lanzado a la guerra sin fusil. Su calidad de no político (sinónimo de corrupción) tampoco se refleja en la intención de voto. El problema es la falta de credibilid­ad por los intereses que representa. Equipo y estrategia requieren un cambio mayor, pues el tiempo juega en su contra cada día.

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