Se necesitan jóvenes
En épocas electorales, ser joven ayuda a creer en la promesa del cambio, mientras que haber dejado de serlo implica normalmente acentuar las complejas realidades de la vida cotidiana. Claro que nunca se deja de ser joven mientras haya la capacidad de tener sueños y trabajar por ellos para que, como decía el escritor Rafael F. Muñoz, “dejemos un mundo mejor al que hemos recibido”.
Sin embargo, más allá de consideraciones literarias, si tomamos como punto de partida que hoy en día se considera joven a cualquier persona menor de 30 años, uno de cada tres potenciales electores en esta elección está en ese grupo de edad. ¿Qué les convencerá para salir a votar, por quién y para qué? Sobre todo dado que, salvo por quienes pueden votar por primera vez, aquellos entre 18 y 21 años de edad, la tasa de participación de personas entre 22 y 29 años tiende a ser más baja que el resto de grupos de edad.
En efecto, no hay una sola democracia occidental en la que la participación electoral de los jóvenes sea más alta que la de sus mayores. Incluso, salvo excepciones como las dos elecciones de Obama, y en especial la primera, o la canadiense en el otoño de 2015, parece haber una tendencia internacional a una menor participación electoral por parte de los menores de 30 años. Ello explica el brexit y Trump y el retroceso democrático en varios países de Europa Oriental. ¿Qué lo explica?
Muchos mayores de edad dicen simple y erróneamente que los jóvenes no se interesan en la política, en las cosas públicas, e incumplen su responsabilidad ciudadana. Y sin embargo, los jóvenes de hoy ven dicha responsabilidad desde otros ángulos: tienen otra visión del mundo y de su vida misma. Tienen también más educación y más información, son más tolerantes y más activos en grupos comunitarios diversos que generaciones anteriores. Así, acaso una mejor explicación es que los jóvenes no sienten ser reconocidos en el papel que tienen en la formación social; no sienten que los candidatos los representen o siquiera les hablen y, bueno, al no tener hijos ni propiedades ni empleos con visos de largo plazo ni la seguridad de generaciones previas, al tener todavía “poco” que les ate a su presente, ¿por qué preocuparse tanto del futuro?
Y sin embargo una elección es precisamente eso: una manera de hacerse responsable sobre la situación del país en el futuro. Por ello, acaso la mejor manera de generar el apoyo y participación de los jóvenes es haciéndoles saber que son importantes, que son necesitados. Podrán definir el resultado de esta elección, pero solo si se presentan a la casilla. En cualquier caso, serán quienes recojan en su vida adulta los frutos o los despojos de esta elección, porque aunque voten más, los mayores vivirán menos con el resultado de su decisión.