El más violento panorama de la nueva delincuencia
Tal vez sea el estado de Guanajuato el mejor (y trágico) ejemplo para tratar de descifrar cómo ha cambiado y cuál es la nueva naturaleza del crimen organizado y la violencia en México.
Según datos de la organización México cómo Vamos, el estado ha crecido en este sexenio casi el doble que el país, es la tercera entidad con mejor crecimiento. Está cerca de cumplir sus metas de creación de empleo formal. En cuanto a la proporción de la población que no puede adquirir la canasta alimentaria con el ingreso proveniente del trabajo de su hogar, Guanajuato fue el séptimo estado con la mayor caída en pobreza laboral en los últimos cinco años; disminuyó de 41.1% a 36.3% de la población. Esta caída de 4.8 puntos porcentuales fue reflejo de un crecimiento real de los ingresos laborales per cápita de 14% durante el mismo periodo, mientras a escala nacional se deterioraron 2% real.
Al mismo tiempo, Guanajuato cerró el periodo enero-marzo en tercer lugar a escala nacional por homicidios dolosos y ocupó la primera posición en aquellos en los que se utilizó un arma de fuego, la mayoría de ellos según la propia autoridad están relacionados con homicidios vinculados al crimen organizado.
Al cierre del primer trimestre de 2018, la entidad registró 552 homicidios dolosos de los cuales en 460, es decir 8 de cada 10 asesinatos cometidos en el estado, se utilizó algún tipo de arma de fuego, en esta modalidad el estado superó a entidades como Baja California, Guerrero y el Estado de México.
Guanajuato se ha vuelto el centro de la disputa por el robo de combustible en el país, el estado, según Pemex, con mayor número de tomas clandestinas al final de 2017.
Es una delincuencia que tiene poco que ver con el narco, más allá que sean las mismas organizaciones, o afiliadas entre ellas las que se dedican a uno u otra cosa. Y juzgar por los números tiene poco que ver con la pobreza o la falta de trabajo.
Es una delincuencia que necesita, por ejemplo, de control territorial y por lo tanto de arreglos políticos, y en tiempos electorales, eso significa muerte como hemos visto en estos meses.
Es una delincuencia que necesita de distribuidores y consumidores locales de aquello que roba y por eso vemos comunidades enteras dedicadas a lo mismo.
No hay elección ni buena voluntad que pare esta nueva violencia.
Y en los planes de los candidatos no parece haber muchas ideas tampoco.