Meade, obligado a romper con Peña
El candidato Meade puede definirse como impoluto, pero no negar que está sumergido en un sistema podrido. Meade tiene que escabullirse de ese estercolero para poder construir su propia identidad. Su disyuntiva es la continuidad o el cambio profundo que lo catapulte a otras latitudes, lejanas del sistema que lo parió. Desde su destape, el 8 de diciembre pasado, su mensaje y su campaña han apostado a la continuidad que significa, según su camarilla, la estabilidad, la confianza, el crecimiento y la “honestidad” (¿?). Ante la adversa realidad, ahora se pretende recomponer el rumbo. Desde hace unos días dejó de ser “candidato ciudadano” para convertirse en un ferviente militante priista. En una ceremonia multitudinaria, ambientada con tambores y matracas de los militantes de partido tricolor, se puso la emblemática chamarra roja y, sin decirlo, dijo, yo ya soy de ustedes, en vez de “háganme suyo”.
Desde Los Pinos, donde está el principal cuartel de guerra priista, se decidió relevar al polémico presidente del PRI, Ochoa Reza, que dividió a esa institución política. Que hizo de cinco meses de campaña un desastre, hundiendo al candidato Meade, por ahora, en un deshonroso tercer lugar. La maquinaria priista ha dado un golpe de timón, y ha apostado que los cuadros “puros” identificados plenamente con el partido pueden catapultar a su candidato. Así, René Juárez, desde hace unos días es el capitán de una nave que naufraga. Puede, sin embargo, cohesionar a la fracturada militancia dura del partido. El problema es que su dirigencia, su estilo, su “marca” es la del viejo PRI. Lo anterior se demuestra con otro nombramiento polémico: el todavía senador Manuel Cavazos Lerma ha sido designado como secretario general adjunto del Comité Ejecutivo Nacional. Como dirían los empresarios: “Así no”.
De acuerdo con la información disponible, Cavazos Lerma, gobernador de Tamaulipas entre 1993 y 1999, fue investigado por presuntas ligas con cárteles del narcotráfico. Su sucesor, Tomás Yarrington, quien fuera su secretario de Hacienda, se encuentra detenido y bajo juicio en Estados Unidos. El sucesor de Yarrington, Eugenio Hernández Flores, ha sido encarcelado también acusado por su relación con el crimen organizado. El senador Cavazos Lerma , sin embargo, no ha sido indiciado por delito alguno. Tan solo la sospecha rodea a su persona y las acusaciones se orientan a sus sucesores: razones suficientes para poner en duda ese “cambio de timón”.
Queda claro que la remoción de cuadros partidistas no es una solución para Meade. Y menos con priistas de “cepa pura” que se confrontan con las ideas de un tecnócrata distinguido, como es Meade. Por tanto, su única salida es que rompa con la continuidad que se le pretende imponer desde Los Pinos por la vía del partido. Que defina su propio proyecto de país. Que no conteste que Peña Nieto es honesto, como lo ha hecho en dos comparecencias televisivas. La percepción ciudadana no da fe de esa afirmación. Cárdenas rompió con Calles y ganó. Echeverría se apartó de Díaz Ordaz y ganó. Zedillo se deslindó de Salinas y ganó. En la decisión que tome Meade se encuentra la clave de su sobrevivencia política y evitar ser el sepulturero de su partido.