Milenio Laguna

Una de migrantes

- BRAULIO PERALTA

Catalina Cortés nació en Acuitzeram­o, Michoacán, en 1923. Tierra de mujeres, porque los hombres se van a trabajar a Estados Unidos. Se casó a los 22 años con Filiberto Espinoza, quien se fue a Tijuana para cruzar la frontera y, después, lo alcanzaría su mujer. Pudieron arreglar sus papeles para emigrar a la frontera norte, donde viven en Santa Ana, California, desde 1963. Ella trabajaba en una lavandería, y él, en el campo. 74 años duró el casamiento, hasta el deceso de Catalina, de 95 años de edad, en este caluroso mes de mayo.

Hicieron familia estadunide­nse. Nietos, bisnietos y tataraniet­os, de sus seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres. Hoy suman más de 100 personas, familias que viven y trabajan con ley estadunide­nse. Los vimos, no nos lo contaron. Estuvimos en el entierro de Catalina, el 7 de mayo. Uno de sus hijos, José Luis Espinoza, dijo:

—Mamita: tenemos el corazón partido porque ya no te vamos a ver. Pero también la esperanza de que tu bondad no se aleje de nosotros, gracias a Dios que todo lo ve y lo perdona. Aquí estamos todos tus hijos, tus nietos, bisnietos y tu tataraniet­a, tus amores, no para decirte adiós, no para olvidarnos de ti, no para dejarte en este pedazo de tierra, estamos aquí para decirte todo lo que te queremos. Tenemos la tristeza que nos inunda por tu ausencia. Pero también sabemos que desde allá estarás rezando por cada uno de nosotros, sin distinción y con igualdad de amor. Tenemos la soledad en la piel porque ya no podremos abrazarte ni besarte, como siempre que te veíamos. Pero conocemos el destino de Dios y por eso tenemos la tranquilid­ad de que estarás descansand­o al fin. Vete tranquila mamita. Vete en paz. Como tú siempre lo quisiste y nos lo pedías, nosotros aquí cuidaremos de que nuestra familia jamás se separe y que siga adelante, con el corazón abierto”.

Misa en inglés y español para una mujer con 14 hermanos —aun sobrevive Consuelo, de 100 años, que radica en California—. Un acto como otros donde un velorio siempre es triste. Sin embargo, esa familia que salió de México hoy reside en un país que le dio la oportunida­d de mejorar su existencia. Dijeron adiós a las desgracias en Acuitzeram­o —lugar al que nunca regresaron, pura amargura y pobreza—. Sus descendien­tes jamás podrán olvidar lo que provocaron Catalina y Filiberto al emigrar de su tierra, padre y madre de todas las batallas.

Vivimos los tiempos de Trump para contarlo.

TRASPIÉ: Ricardo Anaya no convenció en Tercer grado. Lo que no le cuestionar­on a López Obrador, allí no escatimaro­n esfuerzos en derrumbarl­o. Sigue a la defensiva. Los días corren…

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