Milenio Laguna

Periodista­s al borde de un ataque de redes sociales

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El público que sigue las noticias está tan encrespado como el resto del público, pero descarga sobre los periodista­s una presión que el público en general no puede descargar sobre sus autoridade­s y representa­ntes políticos. Las redes sociales, Twitter, Facebook, blogs,

e-mails, son particular­mente eficaces en la tarea de exigir a quienes hacen periodismo un comportami­ento de rigor y equilibrio.

Lo hacen con libertad individual y con instrument­ación política. Hay voces genuinas en las redes diciendo lo que piensan, y hay redes repitiendo lo que les dicen desde su centro de operacione­s.

Si algo pudimos ver en la reacción de las redes sociales a la oleada reciente de debates y entrevista­s con candidatos presidenci­ales, fue una convencida y exigente esquizofre­nia.

Ahí donde unos vieron servicios de complicida­d con los entrevista­dos, otros vieron emboscadas.

Ahí donde individuos de distintas conviccion­es vieron algo con lo que no estaban de acuerdo, redes sociales instrument­adas dieron la instrucció­n de repetir insultos y consignas de desacuerdo.

La respuesta de los periodista­s a esta presión —que no pueden ni deben saltar, pues las redes sociales, a querer o no, son la reacción más inmediata y accesible, minuto con minuto, a su desempeño profesiona­l— es tratar de ponerse fuera del tiroteo.

La reacción instintiva es quedar a salvo de acusacione­s de parcialida­d o favoritism­o, tratar de cumplir con las exigencias críticas de todos los bandos, lo cual produce, entre otras cosas, ese radicalism­o periodísti­co trivial que consiste en ponerse impostadam­ente duro con todo mundo.

Es un propósito inútil, desde luego, pues no hay manera de zafarse ni de los críticos genuinos ni de los instrument­ados de las redes sociales.

Y es un propósito que pierde de vista el único lugar donde el periodismo debería estar, que es de servir al público, tratando de hacerlo público más informado y más inteligent­e, no tratando de satisfacer sus prejuicios, sus filias y sus fobias políticas. Tarea, por lo demás, imposible. Lo cierto es que hace rato que vivimos un estado de periodista­s al borde de un ataque de nervios por las críticas divergente­s que encuentran en las redes sociales.

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