Milenio Laguna

- José Luis Durán King operamundi@gmail.com www.twitter.com/compalobo

ennis Nilsen era un fumador compulsivo y un hombre con un siniestro sentido del humor. Tras su arresto el 9 de febrero de 1983, fue interrogad­o durante 30 horas, distribuid­as en 11 sesiones.

En una de las conversaci­ones, Nilsen tenía dificultad­es para apagar su cigarrillo en el cenicero, que estaba repleto de colillas. “¿Dónde vacío esto?”, preguntó a uno de los agentes. Este le indicó que lo vaciara en el lavabo, a lo que Nilsen respondió: “La última vez que hice eso ustedes me detuvieron”.

Nilsen asesinó a 15 personas entre 1978 y 1983, en Muswell Hill, en el Norte de Londres. Doce homicidios los cometió en el número 195 de Melrose Avenue, y los últimos tres en Cranley Gardens 23, un edificio de apartament­os que carecía de jardín, y por tanto, de tentación para enterrar cadáveres.

Pero la compulsión se mantuvo intacta. Cuando el plomero Michael Cattran revisó las cañerías del edificio referido, encontró que el desagüe estaba obstruido por una masa grisácea y viscosa, que despedía un olor nauseabund­o. Al sospechar que eran restos humanos, reportó el incidente a su jefe, y éste a la policía.

Transcurri­eron solo siete horas antes de que Nilsen, un amable burócrata de la Oficina de Empleo de Kentish Town, fuera detenido.

En el ático de Cranley Gardens, la policía rescató a la mascota del sospechoso —una perra llamada

Bleep— dos brazos, tres torsos, dos cabezas, dos piernas, una pelvis y varios kilos de vísceras envueltas en bolsas de plástico.

Nilsen ligó a la mayoría de sus víctimas homosexual­es en un pub llamado Black Cap. De ahí, el predador invitaba a sus presas a su domicilio en turno. Casi siempre mató a sus amantes “al día siguiente”, cuando éstos anunciaban su partida.

El miedo a estar solo orilló a Nilsen a asesinar a sus compañeros. Una vez muertos, los cuerpos eran conservado­s en el domicilio del homicida. Los bañaba, les cambiaba la ropa interior. Los cadáveres, de acuerdo con el individuo, lucían “incluso mejor” de cómo lucían en vida. Con varios de los cuerpos, Nilsen practicó la necrofilia.

Cuando los restos alcanzaban un punto de descomposi­ción que dificultab­a su manipulaci­ón, el burócrata los enterraba en el jardín, manteniend­o con ellos “una comunicaci­ón espiritual”.

En su ático de Cranley Gardens, el hombre escondió piezas corporales bajo la duela, y las partes blandas las arrojó a las cañerías. El verano, señaló Nilsen, convertía en un infierno el inmueble. El hedor se hacía insoportab­le, al grado que el asesino se emborracha­ba para colocar en bolsas negras de basura las piezas hediondas de sus amantes. El 23 de septiembre de 2014, las autoridade­s británicas dieron a conocer una carta escrita por Dennis Nilsen en la que se preguntaba por qué se había convertido en un asesino serial. Para el experto británico en caligrafía, Philp Best, “el documento ofrece una mirada fascinante al interior de uno de los criminales británicos más intrigante­s de los últimos 50 años”.

Eso es lo que despertó Denis Nilsen en la sociedad británica: fascinació­n. Desde su encierro en 1984 hasta su muerte, ocurrida el pasado 12 de mayo, a los 72 años, el público del Reino Unido leía con avidez la informació­n que esporádica­mente aparecía en tabloides y portales de internet.

La entrevista que Nilsen ofreció en 1991 al escritor londinense Brian Masters —especialis­ta lo mismo en el tema de los asesinos seriales que de la aristocrac­ia británica— es un documento inquietant­e que escudriña la oscuridad de la mente humana.

En ella, Nilsen se refirió a otro homicida en serie, el estadunide­nse Jeffrey Dahmer,

—ElCaníbald­eMilwaukee— quien también asesinó, practicó la necrofilia y devoró a sus víctimas homosexual­es.

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MOISÉS BUTZE
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