El debate sobre los debates
Para quienes aún no digieren la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador gane la elección del 1 de julio, los debates representan la última esperanza de que algo pueda cambiar drásticamente en las encuestas. Los comentaristas políticos, tuiteros y antipejes de cepa, que aseguran que estos encuentros son potencialmente decisivos, se equivocan.
Los debates no alteran significativamente las preferencias del electorado, cuando mucho las confirman. Un estudio publicado en 2012 por los politólogos Robert Erikson y Christopher Wlezien de la Universidad de Chicago, asegura que la evidencia sobre el impacto de los debates en las contiendas electorales es “frágil”. Concluyen que la mejor predicción sobre el efecto de los debates en el resultado de la elección se obtiene de las preferencias electorales registradas antes de que estos ocurran. Por eso, a pesar del buen desempeño de Anaya, y más importante aún, de dos pésimas presentaciones para AMLO, los números permanecen casi iguales antes y después de los primeros dos debates presidenciales en México.
Erikson y Wlezien atribuyen esto a varios factores. Millones de personas han seguido las transmisiones de los debates y en ellas han obtenido información relevante sobre los candidatos, pero esta información no altera en mucho la imagen que ya tenían de los aspirantes. Los debates llegan hacia el final de un proceso que, aunque formalmente se activó apenas hace algunas semanas, lleva años en curso, sobre todo en el caso de López Obrador. Además, la audiencia que sigue los debates tiende a ser la más involucrada y la más activa políticamente. Llegan con un favorito en mente y ven los debates para reforzar su preferencia. No conozco a muchos seguidores de López Obrador que hayan cambiado de opinión porque Anaya tuvo un mejor debate, ¿ustedes?
En el caso de México agregaría que factores como la rigidez de los formatos, el bajo valor de producción y una alineación de candidatos que se ha mostrado especialmente pobre a la hora de la propuesta, han abonado para que el ejercicio resulte aún más inconsecuente en el curso de la elección.
Esto no quiere decir que el debate político no sea un componente importante de nuestra democracia, claro que lo es. El problema es la expectativa que se ha depositado sobre sus alcances. Los expertos han encontrado que cuando se trata de determinar el resultado de una elección, los debates presidenciales no son, ni serán un factor, especialmente en una elección en la que el puntero en las encuestas lleva hasta 18 puntos de ventaja.