Milenio Laguna

RELATOS DE ANDAR Y VER EN BICI

- HERNÁN RAMOS COBO

Con mi compa Julián, buen carnal de Tijuana, se venía trabajando la idea de recorrer en bici de la Rumorosa al Valle de Guadalupe, vía la Laguna Hanson, ubicada en el Parque Nacional Constituci­ón de 1857 en Baja California.

Los viajes en bici soñados, incomodan por el hecho de que pasa el tiempo y no suceden. Sin embargo, no pueden vivir permanente­s en la mente, por lo que el 17 de mayo en punto de las 9 de la mañana, estábamos Julián y yo, a la orilla de carretera en la Rumorosa, empezando a dar los primeros pedales de esta aventura.

Nos llevó hasta ahí Ramón Varela, padre de Julián. En su pickup, iba un hombre que se había fugado de su hogar aquella mañana en busca del olor del campo. Pienso que disfrutó mucho llevándono­s y no quería decirnos adiós. Su espíritu aventurero le pedía acompañarn­os, tan es así que decidió meternos un poco ya sobre la brecha, ante la molestia de Julián, quien quería hacer esas primeras curvas de bajada sobre la bici. Al despedirno­s, sentí como Ramón quedó complacido de ver que había dejado bien enraizado en su hijo Julián el espíritu aventurero.

Por cierto, al armar este viaje, no tenía idea de que esa misma noche, mi Santos Laguna se estaría rifando el partido de ida de la final del futbol mexicano. Quién iba pensarlo, el Santos jugándose la sexta y yo en un lugar incomunica­do, con su remera puesta eso sí, pedaleando en dirección a la Sierra de Juárez. Siempre supe que la Laguna Hanson no tendría señal más que hacia las estrellas, y que por lo tanto, el partido pasaría únicamente en mi mente.

Partimos del poblado Manchón Blanco (poblado a pie de carretera libre a Mexicali, antes de la Rumorosa), a través de algunas rancherías en medio de un cañón dirección sur-este, para llegar a un llano rodeado de terreno inhóspito y riscos, hasta que poco a poco nos acercamos al Cañón del Tajo, el cual ya conocíamos en fotos y lucía como Lucía.

Lástima que el Cañón del Tajo sólo lo pudimos ver y no entrar a través de él. Su relieve de roca y plantas que pican, no deja espacio para seguir avanzando en la bici a través de sus riscos. Intentamos un poco por iniciativa mía, producto de bato necio y recio del norte. Esto nos hace perder 1 hora. Aquí es cuando Julián adopta la sana política que continuarí­a durante todo el viaje, de no dar ni medio pedalazo de reversa.

Dejando el Cañón del Tajo atrás, enfilados hacia la Laguna Hanson, dejamos también atrás este territorio de arena y chaparral, en donde tienes que ir bien trucha porque la bici y la arena están siempre listas para jugarte una mala pasada. Menos mal que dejamos atrás la arena para entrar al bosque, una de las pocas regiones de bosque en Baja California, ya con dolor de espalda por cierto, pero aquí eso no importa.

Qué bonito es entrar a un Parque Nacional. Tenemos 67 según entiendo, todos con una diversidad natural infinita. Conozco algunos, y quiero llegar en bici a todos. Qué bonito llegar a un Parque Nacional sobre todo cuando te reciben Héctor y Ramiro, trabajador­es de la SEMARNAT y encargados del parque. Resulta que estaban cocinando

cuando llegaron los inoportuno­s ciclistas. Guisado de puerco en salsa verde. Nos comparten un taco, y platicamos de cómo es la vida en esta latitud. Trabajan 10 días, descansan 6 en los que bajan a Ensenada a estar con la familia.

La cabaña que rentamos tiene un par de literas. Me recuesto en una de ellas después de la cena y termino roncando y sin poder moverme. Todo esto sucedía más o menos

a la misma hora en la que Julio Furch había metido esa pierna providenci­al, en plan gandalla, por delante del defensor, y lejos de Talavera, 2-1 resultado final, partido de ida.

Amanezco pensando obviamente en lo que ignoro, el resultado. Decido que no voy a buscar la noticia en cuanto haya señal, sino que esperaré a que el resultado llegue a mi por alguna vía. Arrancamos tarde y esto fue el primer error en un día de pedaleo,

el segundo, donde tomaríamos 10 horas y 100 km de recorrido para llegar al Valle de Guadalupe, en un día lleno de complejida­des propias de una aventura como esta.

Pasamos por el OXXXO DE LA SIERRA, así como tres equis, nombre de la única miscelánea cerca de la Laguna Hanson. Compramos provisione­s para el camino y empezamos un descenso que nos lleva por 40 km en dirección a Ojos Negros. En este poblado, llega a mí la noticia esperada. El Santos le ha ganado 2-1 al Toluca. Me lo informa sin preguntarl­e, la propietari­a de las Gorditas Torreón, restaurant­e que topamos de forma surrealist­a en ese pueblo de Dos Ojos y a donde la señora llegó desde Torreón hace décadas, persiguien­do un amor. Me echo feliz 2 gorditas, una de chicha y una de picadillo.

A partir de aquí, hay que subir mucho, y falta bastante camino por recorrer. Tuvimos además una ponchadura por lo que ya es tarde y estamos lejos. Al empezar el ascenso de las primeras colinas al oeste de Dos Ojos, nos pasa de pronto a gran velocidad, una pickup tripulada por 3 compadres con la cajuela repleta, 6 pacas de paja, 2 sillas de montar y un perro. Les pedimos rite en esa parte difícil, y al final esta decisión resultó importante para no quedarnos sin luz al final del recorrido. Trepamos las bicis sobre las pacas y nosotros sentados donde pudimos. Subió la sierra vertiginos­amente. Nosotros y el perro brincábamo­s con cada sobresalto de esa Toyotita de la sierra, bendita ella.

Estos compas nos hicieron un paro. Logramos con ese rite pasar unas subidonas que nos iban a sacar la tripa. Ya estando en la parte alta de la meseta, todo fue mejor, aunque teníamos todavía muchos kilómetros por delante. Esta parte del recorrido fue una pasada, un camino muy lindo. La vereda era perfecta para realizar un descenso rápido, mientras el sol se iba escondiend­o. Aquí también pudimos ver unos riscos de formas y tamaños abismales, y era difícil concentrar­se cuando el escenario a tú alrededor es el de esta tierra mágica de la Baja California.

Apoyados por una lámpara, logramos realizar el último descenso hacia el Valle de Guadalupe. Nos quedaba muy cerca el restaurant­e Fauna, propiedad de un buen amigo. Sabía que ahí podríamos recibir la hidratació­n adecuada (chelas heladas), así como algo de cenar. Nos echamos un baño en la bodega de la vinícola y una cena de adultos con unos mezcales incluidos. Así terminó esta historia que hoy les cuento, 150 km, 2 días, Rumorosa-Laguna Hanson-Valle de Guadalupe. Una chulada.

PD: Dos días después ya en la CDMX, a través de unos amigos y con el apoyo de la directiva del Santos Laguna, logramos conseguir boletos para el partido de vuelta. Domingo 5 de la tarde vamos dirección a Toluca. Llegamos al estadio y hay mucho nerviosism­o por los fantasmas del pasado. Sin embargo, #6sepudo raza. El Santos logró su sexto campeonato y por azares del destino terminé festejando en el campo con los jugadores. La vida tiene eso, no siempre te da aquello que quieres, pero siempre te regala algo que no buscabas, por eso hay que vivir siempre el momento, sobre todo si ese momento se vive brincando como loco a la malla, el gol que te otorga una nueva estrella.

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