México avanza hacia…
La semana pasada, el presidente Peña hizo una defensa a ultranza de los avances de su administración. Resaltó, en actitud regañona, que en México no se aprecian los cambios en contraste con el mundo, que sí lo hace. Para fundamentar su argumento ofreció cifras de algunos de esos logros que se han alcanzado: la reforma energética, por ejemplo, que significará una inversión de 200 mil millones de dólares. Que este periodo presidencial se distinguirá de todos los demás por el enorme volumen de inversión extranjera que ha atraído.
Presumió que durante su sexenio se han creado 3.7 millones de empleos, el mayor número en la historia del país, (aunque hay que decir que la mayoría de ellos gira alrededor de dos salarios mínimos). Desde 2012, abundó, no ha habido un trimestre en que la economía no haya crecido (en el último se alcanzó 1.1 por ciento). México, en estos años, se convirtió en una potencia turística: en la actualidad el país ocupa el lugar número seis a escala mundial. “México es una historia de éxito”, fue la conclusión de su discurso. Por ello, el sermón a aquellos que sostienen “lo mal que estamos, que a México le ha ocurrido una tragedia”. Eso, afirmó el mandatario, es “no querer reconocer o no querer ver lo que sí hemos logrado y los avances que tenemos”.
Sin embargo, esos avances no apaciguan el malestar social. El empleo informal sigue absorbiendo la mayor parte de la población económicamente activa. La pobreza sigue siendo un flagelo de 50 millones de mexicanos. Si bien la inflación se encuentra controlada, el poder adquisitivo del salario mínimo ha decrecido. La desigualdad se acentúa. Al inicio del
sexenio, el presidente Peña ofreció un crecimiento de 5 por ciento y, en el mejor de los casos, se ha obtenido un magro crecimiento: alrededor de 2.3 por ciento anual.
No se puede hablar de logros después de que se prometió que con la reforma energética vendría la competencia en la venta de combustibles, cuyo efecto sería la baja de los precios. Hoy el litro de gasolina bordea los 20 pesos y no hay señal alguna de que en el corto plazo pueda disminuir. Los “logros” no se reflejan en el bolsillo del ciudadano.
La violencia vinculada con el crimen organizado está en su apogeo. México pasa por una de las etapas más sangrientas de su historia y ningún viso existe de cuándo disminuirá. No se tiene la trama institucional para enfrentar ese problema mayúsculo que el de la infiltración de la delincuencia organizada en el sistema político, es más, en el Estado. Decenas de candidatos a puestos de elección popular han sido asesinados por no haber sido “aprobados” por los delincuentes.
Una explicación de la adversidad que sufre el país se encuentra en un reciente estudio publicado en Suiza por el IDD Business School ( El Financiero, 22/ V/18). En el Índice Mundial de Competitividad, México ocupa el lugar 51 de 63 países analizados. En 2012 ostentaba la posición número 37 de 59 economías analizadas. El estudio mencionado sostiene que la corrupción y el soborno, la concentración de exportaciones, y la escasa transparencia en el manejo de recursos y el precario nivel de seguridad personal son los factores explicativos de esa caída. Por extensión, una explicación para entender el encono social. Sí, México avanza, pero ¿hacia dónde?
El Presidente hizo una defensa de los avances de su sexenio; sin embargo, esos avances no apaciguan el malestar social; ¿hacia dónde vamos?