Milenio Laguna

María, Renato y Leonora

- BRAULIO PERALTA

Renato Leduc no me presentó a Leonora Carrington. Él tenía una hermosa relación con ella, me insistía en presentárm­ela. Me negué porque conozco demasiada gente y las nuevas relaciones simplement­e me abruman. Fue por mi hijo Enrique Álvarez que la conocí, porque ella le hizo un retrato a Quique, y por eso me acerqué para que me hiciera un tríptico como una sirena de nácar, otra de ébano y, la última, una sirena de fuego. Así empezó mi amistad con Leonora. Me hizo otras pinturas, una donde me pintó con cuerpo de “papalote peludo”, para sacar “la mala leche” del cuerpo, me dijo.

Con Renato siempre hubo ese no se qué… un día le pedí que nos casáramos. Él me había escrito un poema y me había dedicado un libro con dibujos de Leonora: XV

fabulillas de animales, niñosyespa­ntos. “Para Nuestra Señora de Catipoato que es menos milagrosa, pero mucho más fotogénica que otras muchas señoras…”. Así, sin mi nombre, con el de mi Hacienda en Tlalpan, donde me casé con Jorge Negrete. Una casa donde las fiestas y los importante­s de México nos visitaban.

Les contaba, ¡Renato se negó a casarse conmigo! Me contestó, literal:

“No me chingues María. Estoy contento de ser el señor Leduc, ¿por qué voy a ser el señor Félix? Tú tienes que casarte con alguien como Stalin. Fuera de ese cabrón, a todos los que se metan contigo te los chingas”.

Majadero y divertido, siempre. Realmente fuimos amigos. Ahora que el periodista José Luis Martínez S. publica con excelente prólogo y hermosa edición las XV fabulillas, me acordé: Leonora, Renato y yo nos queríamos. Nos veíamos siempre que podíamos, aquí o ahora, fuera del mundo… Pero no se crea, yo regreso de vez en cuando, como cuando le dije a Renato:

—Cuando me vuelva vieja me vestiré de negro, me peinaré de chongo y caminaré despacio por mi bello jardín con un bastón en la mano para pegarles a los niños cuando griten: ‘¡es María Félix!’. No le tengo miedo a la vejez, sino a algo más peligroso: el derrumbe de una mujer. No le temo ni a las canas ni a las arrugas, sino a la falta de interés por la vida. Así de viva está “La señora de Catipoato”.

A ese periodista serio —no como aquél que me sacó los trapitos al sol al denunciar mi edad como si eso importara— agradezco el interés por los que hicimos que el mundo volteara a ver a México. Las pinturas surrealist­as de Leonora, los poemas sarcástico­s de Renato, y mis películas, unas más buenas que otras, la verdad. No es poco, ¿no le parece?

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