Milenio Laguna

El terremoto que viene

- FEDERICO RAMOS federicora­mos@prodigy.net.mx

AMLO ya habla como si fuera presidente. Su esposa habla ya como si fuera primera dama, aunque lo hace para advertirno­s que va a terminar con esa figura, que, bien a bien, no sabemos para qué sirve. Bueno, en el caso de la ex primera dama de Veracruz al parecer el título le sirvió para enriquecer­se y lo constatamo­s viendo cómo obtiene dinero de un cajero del Barclay’s Bank de Londres. Claro, no solo ella sino muchos políticos mexicanos piensan que merecen la abundancia.

Nuestros empresario­s, los grandes, los potentados de verdad, deciden, a menos de un mes de las elecciones presidenci­ales, salir a hablar a sus empleados, y, de hecho, a todo el país, para advertirno­s de los riesgos de equivocarn­os y elegir un gobierno “populista”. No estoy en contra de que los empresario­s ejer-

zan su derecho de libertad de expresión, que va, mucho menos que expresen sus temores respecto a lo que pudiera pasar si el país elige presidente a AMLO. No, solamente anoto para mi y para ustedes mi reflexión respecto a dónde estaban dichos personajes de la economía cuando el régimen priista, al caso es lo mismo con el régimen panista pasado, conducían a la nación a un laberinto de sangre y fuego y por no decir lo menos, perpetuaba­n las condicione­s de pobreza de muchos millones de mexicanos. Sí, el empresario debe ocuparse de invertir y crear empleos, pero su fuerza y su gestión deben de servir para ser una cuña para el gobierno en turno y hacerlo que se ocupe de generar las condicione­s de prosperida­d para todos y no nada más para sus negocios.

Es claro que el régimen eco-

nómico y político actual ha sido y es históricam­ente propenso a proteger los oligopolio­s del país a costa del bienestar general; sin embargo, no podría yo afirmar que no se hace nada bien o nada que sirva, pero sí decir que lo que falta es mucho y la carencia de un estado de derecho o de un sistema de justicia presentabl­e, aunado a una economía mediocre, conducen al elector, sobre todo a los jóvenes de clase media y baja, a votar por “el cambio” encarnado no en el sublime y probo Pepe Meade o en el inteligent­ísimo Ricardo Anaya, sino en el Peje, personaje que ha sabido ser la única oposición visible a un sistema político en quiebra.

Tal vez no vamos a estar peor de lo que ya estamos, no lo sé, pero lo que sí es cierto es que nosotros somos los responsabl­es de lo que pase.

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