Milenio Laguna

Clinton, Allen y #MeToo

- Twitter: @SusanaMosc­atel

romover un libro o una película implica enfrentar tu pasado y si uno tiene historias como las de Woody Allen o la de Bill Clinton en 2018, eso significa ser comparado con Harvey Weinstein y similares.

No es que estos hombres no sepan perfectame­nte cómo manejar a los medios, pero el hecho es que Woody Allen no está en el internet. Nos lo dijo personalme­nte hace poco tiempo, cuando lo entrevista­mos y reiteró que siempre usará su máquina de escribir consentida para hacer sus películas anuales (y durante los dos meses del año donde no hay mucho más que hacer, escribir sus artículos para el New Yorker).

Clinton es un animal más avispado en la jungla de la tecnología y la narrativa que se cuenta con ella, así que debió haber considerad­o que realmente valía la pena promover el libro que escribió con el autor de tantos best sellers James Patterson, si en este momento se iba a poner frente a los medios mainstream, en otras palabras, no los medios políticos, sino los que le pueden preguntar cualquier cosa.

Muchos han decidido no creerle a Woody Allen, aunque los juicios siempre salieron a su favor por las acusacione­s que su ex mujer Mia Farrow hizo en su contra cuando estaban en pleno divorcio. Acusacione­s que, de ser ciertas, son dignas de un monstruo. Pero debo pensar que el cineasta no está tan conectado (a propósito, por cierto) con la forma en la que se contagian las acusacione­s en estos tiempos.

Solo él y Dylan Farrow saben la verdad, pero cuando dijo a un reportero que está con el movimiento #MeToo y que, de hecho, él debería en cierta forma representa­rlo (por haber trabajado tantos años con tantas actrices sin ningún problema) sonó a burla, hasta para los que creemos en él. Y hasta para los que sabemos cómo de una frase sale un encabezado y de ahí una nota que dará la vuelta al mundo.

Clinton es un caso muy diferente. Está promoviend­o este libro (que ya les reseñaremo­s muy pronto) llamado El presidente estádesapa­recido y evidenteme­nte sabe que le harán preguntas sobre Mónica Lewinsky, otra vez, pero ahora en este contexto. La diferencia es, por supuesto, que a Clinton sí lo llevaron a juicio de impeachmen­t por sus acciones. Y fue muy interesant­e ver cómo, lo que fue una relación impropia por juegos de poder le costó todo lo que a Donald Trump, quien les pone calificaci­ones numéricas a las mujeres y es el creador de la frase “grab them by the pussy”, no le ha costado. En absoluto.

Mónica Lewinsky participó en el affaire con alegría y entusiasmo.

No debió haber pasado nunca, él era su jefe y el hombre más poderoso del mundo, pero no es el mismo caso de un Harvey Weinstein o un Bill Cosby.

Así que está bien que, en el contexto de promover sus trabajos, estos dos polémicos hombres de tan alto perfil hablen. No podemos seguir con las falsas equivalenc­ias, ni con los daños colaterale­s. No tienen que pagar justos (quienes quiera que sean) por pecadores. Porque no está bien. Y porque quien acaba pagando el precio vuelven a ser las víctimas reales.

¿En serio?

¿Aguanté el capítulo de Luis Miguel de esta semana por Telemundo con todo y que les bajan el volumen a ciertas palabras, está plagado de cortes comerciale­s y no muestran cosas tan lindas como el semidesnud­o del protagonis­ta del otro día?

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EFE Y CLASOS
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