Los empresarios le van ganando a AMLO
En las últimas semanas el sector empresarial organizado y López Obrador han protagonizado dos fuertes enfrentamientos producto de visiones encontradas sobre el futuro del país. Las preocupaciones de los empresarios sobre la aplicación de políticas económicas populistas en caso de un triunfo de AMLO se han traducido, tanto en críticas abiertas al populismo como en diversas acciones para promover el voto útil contra éste. Están en su derecho mientras no violen la ley. Las respuestas del candidato fueron descalificaciones a los empresarios —los llamó “minoría rapaz” y los acusó de ser ladrones y/o traficantes de influencias— acompañadas de promesas de perdón.
El debate ha girado en torno a si los empresarios actuaron en el filo de la legalidad o si sus llamados a no votar por López Obrador serán contraproducentes, porque al ser “explotadores” de sus trabajadores, pierden legitimidad y eficacia. Creo que el desencuentro entre ambos poderes es profundo y va más allá de cuál narrativa (el populismo contario al bienestar del país y de los trabajadores; los empresarios, como generadores de pobreza y desigualdades; AMLO, como el candidato de la justicia y del pueblo que pone en su lugar la minoría rapaz y corrupta) triunfa en las próximas semanas para fines electorales.
Se trata, desde mi opinión, de un conflicto de largo aliento que apenas está teniendo sus primeros episodios. Las últimas acciones de grupos empresariales muy poderosos —las cartas llamando al “voto razonado”— le demostraron al tabasqueño que su discurso reciente (la menor beligerancia contra el aeropuerto, los rumores de que invitará a Guillermo Ortiz a la SHCP; las promesas de reconciliación) no ha bastado para revertir la desconfianza que les genera tanto su antigua y reiterada belicosidad contra ellos (apenas disimulada en tiempos de campaña), como su insistencia en políticas que al producir desbalances macroeconómicos, afectarán severamente el crecimiento del país.
La reunión de ayer a puerta cerrada con el Consejo Mexicano de Negocios fue la confesión de López Obrador de que requiere de la confianza empresarial y, por tanto, una relación positiva de colaboración, (cosas no tiene) y que tampoco las obtendrá con mensajes de perdón a quienes les acaba llamar ladrones. Del encuentro que duró cerca de tres horas (en versión de ambos: un diálogo respetuoso en el que se plantearon las diferencias y también las coincidencias), AMLO dijo que se limaron asperezas y Juan Pablo Castañón, presidente del CCE, aseguró que ellos seguirán invirtiendo en México y colaborando en las soluciones del país. Ningún acuerdo relevante, solo declaraciones de cajón para salir del paso con los medios. El conflicto sigue presente, aunque probablemente le bajen el tono.
Una declaración posterior de López Obrador: “hoy les dije: no van a aumentar los impuestos en términos reales en todo el sexenio” es muy significativa del ánimo conciliador del candidato, ya que no hay nada más tranquilizador para un empresario que le garanticen que no subirán más sus contribuciones al erario. Sin embargo, esa oferta revela no solo un perfil terriblemente conservador de la política económica de López Obrador (no cobrar más impuestos a quienes se han enriquecido casi sin límites es absolutamente inexplicable desde la lógica política y económica de izquierda), sino que AMLO solo se amarró las manos. Una mejor distribución del ingreso requiere de un Estado rico vía el cobro de impuestos a quien más gana y genera servicios públicos y oportunidades de alta calidad (salud, educación, seguridad, etc.) para quien menos tienen. En México el Estado cobra muy pocos impuestos, por lo que sus servicios son insuficientes y de mala calidad. Si AMLO se compromete a no cobrar más impuestos, por más que ahorre por una menor corrupción y austeridad, no le alcanzarán los recursos para su ambiciosa política social y de inversiones públicas. El gasto público de México es de 25% del PIB; los países que tienen buenos servicios públicos y son menos desiguales recaudan por lo menos entre 40% y 50% del PIB.
O cancela su oferta de no cobrar más impuestos o sus promesas de justicia social y crecimiento vía el gasto público serán solo promesas y migajas. No se pueden ambas cosas a la vez. El Consejo Mexicano de Negocios le va ganando la partida.
La reunión de ayer fue la confesión de López Obrador de que requiere de la confianza de ese sector