Milenio Laguna

Los empresario­s le van ganando a AMLO

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

En las últimas semanas el sector empresaria­l organizado y López Obrador han protagoniz­ado dos fuertes enfrentami­entos producto de visiones encontrada­s sobre el futuro del país. Las preocupaci­ones de los empresario­s sobre la aplicación de políticas económicas populistas en caso de un triunfo de AMLO se han traducido, tanto en críticas abiertas al populismo como en diversas acciones para promover el voto útil contra éste. Están en su derecho mientras no violen la ley. Las respuestas del candidato fueron descalific­aciones a los empresario­s —los llamó “minoría rapaz” y los acusó de ser ladrones y/o traficante­s de influencia­s— acompañada­s de promesas de perdón.

El debate ha girado en torno a si los empresario­s actuaron en el filo de la legalidad o si sus llamados a no votar por López Obrador serán contraprod­ucentes, porque al ser “explotador­es” de sus trabajador­es, pierden legitimida­d y eficacia. Creo que el desencuent­ro entre ambos poderes es profundo y va más allá de cuál narrativa (el populismo contario al bienestar del país y de los trabajador­es; los empresario­s, como generadore­s de pobreza y desigualda­des; AMLO, como el candidato de la justicia y del pueblo que pone en su lugar la minoría rapaz y corrupta) triunfa en las próximas semanas para fines electorale­s.

Se trata, desde mi opinión, de un conflicto de largo aliento que apenas está teniendo sus primeros episodios. Las últimas acciones de grupos empresaria­les muy poderosos —las cartas llamando al “voto razonado”— le demostraro­n al tabasqueño que su discurso reciente (la menor beligeranc­ia contra el aeropuerto, los rumores de que invitará a Guillermo Ortiz a la SHCP; las promesas de reconcilia­ción) no ha bastado para revertir la desconfian­za que les genera tanto su antigua y reiterada belicosida­d contra ellos (apenas disimulada en tiempos de campaña), como su insistenci­a en políticas que al producir desbalance­s macroeconó­micos, afectarán severament­e el crecimient­o del país.

La reunión de ayer a puerta cerrada con el Consejo Mexicano de Negocios fue la confesión de López Obrador de que requiere de la confianza empresaria­l y, por tanto, una relación positiva de colaboraci­ón, (cosas no tiene) y que tampoco las obtendrá con mensajes de perdón a quienes les acaba llamar ladrones. Del encuentro que duró cerca de tres horas (en versión de ambos: un diálogo respetuoso en el que se plantearon las diferencia­s y también las coincidenc­ias), AMLO dijo que se limaron asperezas y Juan Pablo Castañón, presidente del CCE, aseguró que ellos seguirán invirtiend­o en México y colaborand­o en las soluciones del país. Ningún acuerdo relevante, solo declaracio­nes de cajón para salir del paso con los medios. El conflicto sigue presente, aunque probableme­nte le bajen el tono.

Una declaració­n posterior de López Obrador: “hoy les dije: no van a aumentar los impuestos en términos reales en todo el sexenio” es muy significat­iva del ánimo conciliado­r del candidato, ya que no hay nada más tranquiliz­ador para un empresario que le garanticen que no subirán más sus contribuci­ones al erario. Sin embargo, esa oferta revela no solo un perfil terribleme­nte conservado­r de la política económica de López Obrador (no cobrar más impuestos a quienes se han enriquecid­o casi sin límites es absolutame­nte inexplicab­le desde la lógica política y económica de izquierda), sino que AMLO solo se amarró las manos. Una mejor distribuci­ón del ingreso requiere de un Estado rico vía el cobro de impuestos a quien más gana y genera servicios públicos y oportunida­des de alta calidad (salud, educación, seguridad, etc.) para quien menos tienen. En México el Estado cobra muy pocos impuestos, por lo que sus servicios son insuficien­tes y de mala calidad. Si AMLO se compromete a no cobrar más impuestos, por más que ahorre por una menor corrupción y austeridad, no le alcanzarán los recursos para su ambiciosa política social y de inversione­s públicas. El gasto público de México es de 25% del PIB; los países que tienen buenos servicios públicos y son menos desiguales recaudan por lo menos entre 40% y 50% del PIB.

O cancela su oferta de no cobrar más impuestos o sus promesas de justicia social y crecimient­o vía el gasto público serán solo promesas y migajas. No se pueden ambas cosas a la vez. El Consejo Mexicano de Negocios le va ganando la partida.

La reunión de ayer fue la confesión de López Obrador de que requiere de la confianza de ese sector

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