Milenio Laguna

Contra el mercado

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

Es posible que en el equipo de Donald Trump haya quien sepa que la decisión de imponer aranceles al acero y al aluminio va a ser contraprod­ucente. La verdad es que no importa, porque la medida no tiene ningún propósito práctico en el terreno económico. El déficit comercial, teórico responsabl­e del desempleo, fue uno de sus caballos de batalla en la campaña. Y conforme se acercan las elecciones legislativ­as, el gobierno tiene que aparentar que hace algo para remediarlo —y mejor si es al amparo de la “seguridad nacional”. Las protestas de los demás gobiernos, la denuncia de Europa ante la OMC, es precisamen­te la publicidad que necesita para acreditar que está haciendo algo importante.

En adelante, queda el problema de pagar unos aranceles inútiles y después eliminarlo­s o, si la elección va mal encaminada, romper la baraja, y abandonar todos los acuerdos comerciale­s. Pero lo importante es la insistenci­a en denunciar el comercio internacio­nal, la idea de que ha servido para que el resto del mundo se aprovechar­a de los Estados Unidos.

El argumento tiene un fondo supremacis­ta: somos los mejores, ganamos siempre, en todo; si alguien nos llega a ganar en algo, será que ha hecho trampa. Y así el déficit comercial, y el desempleo y lo demás, encaja en el guión de película de superhéroe­s con que Trump se explica el mundo (y no solo Trump). Aun así, la estructura última va a contracorr­iente de la retórica del último medio siglo, porque explica la economía en términos morales: si alguien hace negocio es que ha hecho trampa.

Será así en el mundo de la especulaci­ón inmobiliar­ia. La traducción en términos de comercio internacio­nal resulta infantil. En todo caso, electoralm­ente funciona. Eso significa que su público rechaza la pieza clave del argumentar­io neoliberal, que es la eficiencia del mercado, la idea de que el mercado recompensa a los mejores, distribuye de la mejor manera, y a la larga beneficia a todos. El rodeo xenófobo sirve todavía para disimular: funcionarí­a bien, si no fuese por los extranjero­s. El resultado es el mismo. Los norteameri­canos, voten a Trump o a Bernie Sanders, están convencido­s de que el mercado es un artefacto político cuyo funcionami­ento hay que corregir para que el resultado sea justo. En ésas estamos.

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