Milenio Laguna

Exportacio­nes y crecimient­o económico

- Jacques Rogozinski

Si analizamos las recetas de la mayoría de los economista­s occidental­es para el crecimient­o económico, encontrare­mos que se centran en cómo volverse competitiv­os con el fin de exportar más, más y más buscando superávits comerciale­s. China y Alemania son dos ejemplos.

Tal vez países pequeños, por el tamaño de sus mercados, deban orientarse al mundo. Pero países grandes y en desarrollo como México, tienen que pensar distinto. China ya lo entendió.

Los economista­s tienen cierta obsesión con las exportacio­nes presentada­s como una panacea. Rara vez toman en cuenta los riesgos. Si todos los países se dedican a exportar necesitan a un importador. Hoy el principal importador es Estados Unidos, que mantiene déficits comerciale­s crecientes con muchos países. Cuando basamos el desarrollo y crecimient­o económico en una o dos naciones, el riesgo es alto. Es estar jugando a la ruleta rusa.

El tema es que un modelo orientado casi exclusivam­ente a la exportació­n no es sostenible en el tiempo. Un modelo de crecimient­o sostenido requiere de otros elementos. Un mercado interno fuerte es sustantivo. Una nación con una población con buenos ingresos, capaz de consumir, actúa como red a los shocks externos. Y es una sociedad potencialm­ente más justa.

Los países en general, y sobre todo México, tenemos que quitarnos la obsesión de ser competitiv­os solo con el fin de exportar; debemos trabajar en una economía más balanceada en la que parte sean exportacio­nes, pero el motor central sea el consumo interno. Si tenemos un mercado interno fuerte, podremos desarrolla­r incluso industrias más sofisticad­as. Consumidor­es con mayor poder de compra pueden optar por bienes de valor agregado mayor.

Buenos salarios, buenas prestacion­es. ¿Le suena muy revolucion­ario? Pues no es algo que sea una bandera roja de ningún alocado izquierdis­ta. Buenos salarios y buenas prestacion­es hay en Alemania, Noruega, Suecia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Australia, Francia, Holanda, Canadá e incluso, Corea. No son sociedades socialista­s sino de beneficios socializad­os.

Repase el mundo. Naciones con poblacione­s de escasa capacidad adquisitiv­a son raquíticas. Generalmen­te dependen de atraer industrias extranjera­s a través de incentivos fiscales, que no otorgan a sus empresas nacionales. Eso no parece ser un futuro sostenible.

Y si insistimos en basar el crecimient­o en exportacio­nes, tenemos que crear un balance comercial diversific­ado. México envía ¡el 81%! de sus exportacio­nes a Estados Unidos. Hoy es Trump, mañana puede ser otro el problema. Mientras tanto, otras naciones de América Latina tienen estrategia­s más abiertas. ¿Argentina? 16% de exportacio­nes a Brasil, 8% a EU, 8% a China, 5% a Vietnam, 4% a India; ¿Brasil? China 19%, EU 13%, Argentina 7%, Holanda 6%; ¿Chile? China 29%, EU 14%, Japón 9%, Corea 7% y Brasil 5%.

México ha descansado en una estrategia de exportació­n geográfica. Tenía perfecto sentido en el corto plazo: para qué ir a otros mercados cuando tienes la mayor economía del mundo a tiro de piedra. El problema es que hacer negocios con un elefante también pone en riesgo que el elefante se te siente encima, y cuando tienes una crisis o un presidente dispuesto a quedar bien con su electorado, ya no se sienta encima un elefante sino toda la manada. Hay que dejar de pensar en el corto plazo y tomar en cuenta que los contextos siempre están cambiando lo que conlleva a cambios en las políticas económicas de los países: en ocasiones para bien y en ocasiones para mal.

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