Francia padecía intempestiva huelga de ferrocarrileros
Se insinuaba que era de origen bolchevique, en La Haya, Holanda, se organizaban los protestantes y católicos para formar un frente contra los bolche
Algunos soldados de Europa habían prometido regresar, si volvían vivos a casa, a las trincheras en las que combatieron con tanta furia, tanta pena, tanto dolor. A pocos meses de haberse firmado los tratados de paz, esos hombres acompañados de sus esposas e hijos, o de sus padres pues muchos eran muy jóvenes, realizaban peregrinajes a estos sitios.
El paisaje estaba destruido, y las plantas apenas comenzaban a reaparecer en la tierra mancillada por la sangre. Esos hombres que no sabían como explicarle a su gente lo que era aquel horror, les brindaban un tour por los agujeros cavados a punta de muerte. La gente de las poblaciones cercanas ya se había ido. Aún no se sabía si volverían.
Pero quedaban en los huecos cavados sillas, trenes cocina, cartuchos, bombas, armas. Se los llevaban como recuerdos y muchos de estos soldados elevaban sus oraciones en el campo de batalla, por los que habían visto morir en medio de grandes sufrimientos. Grandes e inútiles sufrimientos.
Francia padecía una intempestiva huelga de ferrocarrileros que afectaba sobre todo la ruta París-Lyon-Mediterráneo, pero se consideraba que se iba a extender para más puntos de destino. Esto tenía desquiciado no sólo el pasaje de ciudadanos, sino al comercio galo que no podía entregar o recibir sus mercancías en tiempo y forma.
Todavía no se determinaba sobre dicha huelga, pero se insinuaba que era de origen bolchevique y bueno, en La Haya, Holanda, se organizaban los protestantes y católicos para formar un frente contra los bolches, haciendo de lado las diferencias sectarias y de guerra. Movimientos parecidos surgían en todo el mundo.
También se les echó la culpa a los bolcheviques por una serie de graves desórdenes registrados en la ciudad de Bescia, Italia, donde los obreros pedían un aumento salarial. Esos malos ejemplos se extendieron a la pequeña región de Pievedi di Soglio, donde los obreros tomaron bajo su poder edificios municipales.
En Estados Unidos los encargados de las ricas petroleras que explotaban nuestro petróleo, declararon ante el sub comité de investigaciones del senador Fall, pero hasta eso, a favor de México, y pues claro, como les convenía. Además se les daba un trato bastante privilegiado.
De regreso a nuestro rancho, en Mieleras fueron repelidos un grupo de fascinerosos que perdieron contra las fuerzas de la Acordada y la Gendarmería. Los rebeldes fueron arrestados y en el campo de batalla se recogieron seis caballos ensillados, dos mulas, cuatro carabinas 30-30 y dos carrilleras con parque.
El médico Alfonso Mondragón aseguraba que la terrible pulmonía se curaba, sí, se curaba, en tan sólo 36 horas gracias a un suero antineumónico que sabrá Dios que contenía, pero que se aplicaba vía intravenosa y había dado resultados muy favorables entre los pacientes.
Y escandalera por que dos distinguidas señoritas de la mejor sociedad torreonense fueron al centro a hacer unas compras y se fueron en un coche de alquiler. Cuando se bajaron, un gendarme medio lefio pensó que eran pupilas de alguna casa de asignación, las arrestó y las quiso llevar al bote, pero un inspector de la misma gendarmería le dijo que ni maíz. Las pobres muchachas llegaron con toda la vergüenza en la cara a sus casas.
Pero en que no padeció nada, al menos un tiempecito, fue un inspector del Timbre que se fue de viaje y se llevó consigo a una mujer... casada. El marido de la mujer interpuso su denuncia y los viajeros fueron detenidos en Chihuahua. Al inspector del Timbre lo cambiaron a Sonora.