Vergüenza americana
Tengo en casa una serie de mementos que a veces espanta a mis visitas. El consabido pedazo del muro de Berlín. Una placa de fierro que le hace saber a los negros que no son bienvenidos. La foto del Chenalhó de Pedro Valtierra. Otra de Metinides mostrando un cadáver exquisito, y un retrato que Arturo Bermúdez le hizo a lo que quedaba de un paciente del último leprosario mexicano. No guardo esos y otros objetos similares solo por morbosa, sino porque me parece importante no perdonar con el olvido las mil formas del horror humano.
Ahora mismo nuestra frontera norte abre su capítulo más miserable: considerar a quienes llegan a pedir asilo como criminales, por indocumentados, y por ende sujetos a ser separados de sus hijos menores mientras son procesados, en vez de enviarlos juntos a esperar el juicio, como era la costumbre. La medida tiene como fin desincentivar la migración y, para Trump, servir como punto de extorsión política al Legislativo en aras de lograr el presupuesto para su jodido muro.
Solo entre mediados de abril y fines de mayo de este año, cerca de 2 mil niños, desde bebés hasta adolescentes, han sido enjaulados en bodegas hechizas, custodiados por personal mal capacitado y bajo órdenes estrictas de no tocarlos ni consolarlos. No existe procedimiento alguno para reunirlos con sus padres —generalmente madres solas—, aunque éstos al final sean deportados. A los padres, encerrados esperando su juicio, no se les permite contactarlos o siquiera saber de ellos. No está de más recordar que esas familias, cuando alcanzan nuestra frontera norte, llevan ya meses o años intentando escapar de sus propios infiernos nacionales: la narcoviolencia, la trata o la persecución política.
Solo los peores regímenes políticos, o los cultos religiosos extremos, han incurrido voluntariamente en el abuso masivo y sistemático de la niñez. Este episodio, que la opinión pública y los medios mexicanos han elegido mayoritariamente ignorar, quedará como uno de los capítulos negros en la historia de la Unión Americana que, hasta la presidencia de Trump, se ostentaba como el faro defensor de los derechos humanos y de los valores occidentales en el mundo.
No lo olvidemos.