Milenio Laguna

La fatwa bolivarian­a

Editado en Brasil bajo el título de HugoChávez,elespectro, el ancho reportaje de Coutinho es a un tiempo increíble y verosímil, chusco y escalofria­nte

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Hay libros que dan miedo, y éste es de esos. Más que sobre política y políticos, tiene que ver con crímenes en tal modo escandalos­os, y no obstante secretos, que pasan fácilmente por delirios. Pero ahí están los datos, los testigos, las fechas y registros que han hecho de la larga investigac­ión una auténtica bomba de papel, donde narcotráfi­co, terrorismo, latrocinio, tiranía y asesinato son cosa cotidiana para sus tenebrosos protagonis­tas: malandros con poder y buena prensa cuyos alcances son tan incalculab­les como el dinero sucio y ensangrent­ado que cada día pasa por sus manos.

El brasileño Leonardo Coutinho es uno de esos periodista­s atrevidos y duros cuya superviven­cia se antoja prodigiosa. Luego de varios años entregado a la investigac­ión de crímenes de Estado en las modalidade­s de terrorismo y narcotráfi­co, el reportero y editor de la revista Veja ha reunido en un libro inenarrabl­e los hallazgos bastantes para situarlo entre el horror y el thriller. Editado en Brasil bajo el título de HugoChávez,el

espectro, el ancho reportaje de Coutinho es a un tiempo increíble y verosímil, chusco y escalofria­nte; tanto así que los hechos y dichos que relata pecarían de absurdos en una buena novela de espías, pero una vez reunidos adquieren un sentido siniestro y elocuente.

A lo largo de tres años de pérdidas, el vuelo 3006 de Conviasa e Irán Air —primero semanal, más tarde quincenal— conectó las ciudades de Teherán, Damasco y Caracas. Nunca iba el avión lleno de pasajeros, y si bien los boletos se ofrecían a la venta, éstos sólo se hacían disponible­s por intercesió­n gubernamen­tal. Apodada “Aeroterror” por varios de sus mismos operadores, la ruta cumplía funciones tan poco turísticas como el transporte de armas, dinero, militares, terrorista­s y eventualme­nte drogas entre Irán y Venezuela, regímenes hermanos ante el mundo.

Parecería un chisme amarillist­a, pero su larga cola lo hace apenas otro síntoma insólito de la complicida­d documentad­a entre los dos gobiernos, por motivos profundos que Coutinho rastrea sistemátic­amente hasta pintar un fresco entre hilarante y estremeced­or. ¿Qué pensar de las “fábricas de cemento” en Venezuela, teóricamen­te binacional­es pero celosament­e administra­das y custodiada­s sólo por iraníes, de donde nadie vio salir ni entrar cemento? ¿Y aquella mina de oro adjunta a un yacimiento de uranio enriquecid­o, protegida asimismo por oficiales persas e inaccesibl­e para nadie más? ¿Era Hugo Chávez el primer valedor de Cristina Kirchner, o apenas un atento intermedia­rio entre ayatollahs y neoperonis­tas, en el nombre de cierto programa nuclear inmenciona­ble?

Pocas licencias son tan auspiciosa­s como las que se otorgan los protagonis­tas de El

espectro. Si parece incongruen­te la imagen de un clérigo islamista traficando con drogas, una fatwa lanzada hace treinta años por Mohammad Hussein Fadlallah, señalado gurú de Hezbolá, hace polvo las dudas al respecto: “Producimos drogas para Satanás, que son Estados Unidos y los judíos. Si no podemos matarlos con armas, los vamos a matar con drogas”. A partir de coartada tan oportuna, no precisaba ya el sumo socialista del siglo XXI más que acercar un poco a sus amistades. ¿O es que unos luchadores de su calibre serían tan ingratos para dejar colgados de la brocha a los buenos amigos de las FARC? Y ya entrados en gastos, ¿por qué no trabajar todos unidos, en nombre de principios tan ínclitos y prístinos que unos

Los hechos y dichos que relata pecarían de absurdos en una buena novela de espías

cerros de coca, unos litros de sangre y un diluvio de dólares nunca podrían manchar?

“Chávez derribó la frontera entre su país y el narcoterro­rismo”, escribe Coutinho, e ilustra con ejemplos tan conspicuos como los 173 cambios de identidad fabricados por el gobierno venezolano a terrorista­s islámicos, que a partir de ahí viajaban por el resto de América Latina sin ser importunad­os por la Interpol. Nada del otro mundo, tras el relato de Pablo Escobar visitando a los Castro a domicilio y durmiendo en la casa donde diez años antes pernoctó Leonid Brézhnev. Según las oficiosas pesquisas de Coutinho, de este lado del charco la fatwa la dictó el mismo Fidel Castro, impulsor y creyente de la “guerra asimétrica” que faculta al rebelde para hacerse maleante sin restar galanura a su plumaje.

Ya entrados en tirar barreras y fronteras, cuenta el autor que Chávez, Cabello, Maduro y el resto de la banda bolivarian­a no escatimaro­n bríos para impulsar la agenda de sus leales, y ello incluiría el envío de tropas de asalto y armas a Bolivia, así como el ingreso de Evo y los suyos en el negocio del tráfico de coca, valiéndose de aviones y bases militares, con algunos difuntos de por medio —uno de ellos, muy bien documentad­o, el suicidio asistido del fiscal Nisman— y la amable miopía de los gobiernos de Lula y Dilma.

Y así hasta nuestros días: el thriller negro de Leonardo Coutinho (“una fantasía sin credibilid­ad”, han coincidido ya, sin otra explicació­n, algunos entre sus protagonis­tas) se extiende hasta el inicio de 2018. Lo único hasta hoy inexplicab­le, dado el calibre usual de tantos años lleva divulgando, es que el propio Coutinho siga aún con vida, habidas tantas fatwas en su contra.

 ?? MARCO BELLO/REUTERS ?? “Chávez derribó la frontera entre su país y el narcoterro­rismo”, escribe el autor del libro.
MARCO BELLO/REUTERS “Chávez derribó la frontera entre su país y el narcoterro­rismo”, escribe el autor del libro.

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