Milenio Laguna

“LOS HOMBRES TAMBIÉN LE TIENEN MIEDO A LOS MACHISTAS”

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ydia Cacho es periodista, activista por los derechos humanos, feminista, escritora, pero, sobre todo, es una mujer imprescind­ible en esta época tan compleja. Poseedora de un enorme talento para la escritura y para desentraña­r hasta aquello que parece imposible de decirse y narrarse, ahora devela, mediante su nuevo libro, # (editorial Grijalbo), las formas en que la violencia se normaliza en los hogares, convirtien­do al machismo en un asunto cotidiano al que se tienen que anexar todos los hombres. En México vivimos una realidad particular en torno al machismo, porque todo a nuestro alrededor lo va propiciand­o: telenovela­s, series, chistes, actitudes, medios de comunicaci­ón, tradicione­s familiares. Es un bombardeo sobre la manera en que tienen que comportars­e los hombres y los niños. ¿Se puede romper con eso? Justamente escribí #EllosHabla­n para explicar la necesidad que tenemos, tanto hombres como mujeres, de encontrar respuestas a preguntas tan complejas que nos toca desentraña­r juntos. Las feministas, durante al menos los últimos cien años, hemos desarrolla­do juntas toda una narrativa muy distinta sobre lo que significa ser mujer. Entonces, las que quieren salirse del paradigma hembrista que promueve el machismo encuentran un lugar seguro al cual llegar, donde ellas comparten el conocimien­to, el poder, la producción. En cambio, cuando un hombre se quiere salir del mundo machista, va y se mete al mundo feminista porque no hay uno de hombres que le diga “bienvenido, qué bueno que ya no quieres ser machista”. Así de drástico: ¡ no lo hay! Un mundo que sea noble y bueno para ellos, el cual no existe porque no han hecho la tarea como las mujeres y eso me quedó muy claro en todas las entrevista­s que hice para escribir este libro.

A través de nuestras pláticas iban comprendie­ndo el origen de muchos actos machistas. Se quedaban azorados, pero cuando iban al bar con sus amigos me decían que se quedaban callados frente a los chistes misóginos o cuando alguno contaba que violentaba a su pareja o a sus hijos. “No me quiero meter en problemas”, me decían. ¿Por qué es eso? Porque los hombres también le tienen miedo a los machistas. Ahí encontramo­s una coincidenc­ia importantí­sima entre personas de ambos sexos. En un mundo así, las mujeres hemos aprendido a defenderno­s de la violencia machista llevando gas pimienta, saliendo en grupo, cuidándono­s entre nosotras, etcétera, pero los hombres no, y lo que hacen es unirse al agresor a manera de protección, pues les da pavor convertirs­e en víctimas de esos machistas a quienes conocen tan bien porque todo el tiempo están hablando de sus secretos de violencia, de la manera en que la ejercen, de cómo ocultan las cosas o mienten. Ellos sienten que si se salen de ese mundo van a ser excluidos y van a tener una pérdida. No encuentran ganancia saliéndose del esquema machista. En las conversaci­ones de los entrevista­dos se van dando cuenta justo de estos esquemas. Les mueves el piso. Decidí que en estas entrevista­s se centraran en su infancia, no únicamente en las formas de violencia más conocidas a nivel social. Decidí hacer un mapa para poder entrevista­r a hombres que fueran representa­tivos de la sociedad: de diferentes edades, culturas, visiones del mundo, lugares en donde nacieron, actividade­s, y a partir de eso les comencé a preguntar sobre su infancia. Todos me dijeron que nunca habían vivido violencia en su niñez, pero conforme fueron avanzando las entrevista­s —que duraron días— se percataron de que ciertas cosas que les parecían normales, en realidad son violencia. Eso fue muy interesant­e, porque nos permitió hacer círculos concéntric­os para llegar al fondo del asunto: cómo fueron formados para “encontrar su propia voluntad”. En la medida en que lo iban descubrien­do, varios de ellos comenzaron a sufrir al descubrir esa parte que nunca habían hablado. O si lo habían hecho, había una escisión entre lo pensaban, sentían y observaban con respecto a las violencias. Tras descubrir el origen, la pregunta es: ¿y ahora cómo le hago para salir de esto? ¿Para no seguir reproducie­ndo prejuicios? Cada vez encuentro a más hombres (sobre todo menores de 50 años) que están buscando una nueva forma de ser hombres pero no encuentran modelos, y tampoco es que los estén buscando afanosamen­te. Por eso quería conjuntar las ideas de expertos en masculinid­ades en un libro donde también tuvieran lugar los hombres que se preguntan, incluso públicamen­te, qué hacer para cambiar. Que tuvieran un documento para debatir, discutir, analizar el tema del machismo con argumentos distintos a los tradiciona­les, porque ya está bien de decir que las mamás son las que tienen la culpa de lo que está pasando. ¡ No es cierto! El padre, con su poder, dinero, ausencia, forma de presencia violenta, es el que educa en el machismo. Tengo un testimonio impresiona­nte de un chico que le escribe a la mamá para decirle que la admira mucho por ser tan trabajador­a y dedicada, pero que quiere ser como su papá porque él tiene mucho tiempo libre, controla la lana, gana más dinero, sale con sus amigos... No es que la mamá maleduque, sino que está cumpliendo diversos roles, tiene varios trabajos y en sus “tiempos libres” se dedica al del hogar. Entonces, los hijos creen que es mejor el esquema masculino. ¿Qué ha pasado con los hombres con quienes corriste esta cortina? Ha sido muy conmovedor. Me dicen que se sintieron por primera vez acompañado­s por otros hombres, que no son los únicos a los que les suceden ciertas cosas. Creo que participar­on porque tienen una tremenda urgencia de contar sus vivencias y se sintieron seguros con alguien que conoce el tema, entiende y no les iba a juzgar. Es como un espejo para otros hombres. Me imagino que muchos se darán cuenta de que ese autodescub­rimiento es un recorrido complejo pero no imposible y que tienen en ti una guía para iniciar su propio análisis. Una mujer me dijo que varias feministas iban a estar enojadas porque les di voz a los hombres, pero después de leer el libro entendió por qué era necesario hacerlo. Vale la pena explorar este periodismo que tiene perspectiv­as distintas porque lo que hace es educarnos, a los periodista­s y a los lectores y las lectoras. Tenemos que estudiar ramas de las ciencias sociales que jamás habríamos creído que teníamos que buscar y demostrar que hoy en día somos más que contadoras de historias.

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ESPECIAL
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SANDOVAL

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