Algo que es otra cosa IV
P ese a nuestros esfuerzos democráticos, la solución profunda a nuestros problemas (como nación, como civilización) está todavía muy lejos. Una opción sería vivir en el ahora dentro del sueño que los movimientos masivos e históricos no han podido materializar. Un ejemplo son los miembros de la cooperativa Tosepan, en Puebla.
De aquí en adelante, cito las palabras de Laura Villanueva Fonseca, quien tuvo una experiencia directa con la cooperativa fundada en 1977:
“En Cuetzalan, Sierra Norte de Puebla, existe un oasis que escapa al estilo de vida capitalista. Por cinco días viví en una burbuja donde el transcurrir del tiempo es suave y existe un respeto al ciclo estacional, dentro de un marco de sincronía con la madre tierra, al prójimo, a los niños especialmente, a uno mismo, y a todos los seres animados e inanimados del planeta.
Los indígenas nahuas de Tosepan han logrado lo que muchos quisiéramos: la LIBERTAD por medio de la autogestión y autosustentabilidad. Es admirable el híbrido entre tradición prehispánica, colonial y futuro. Al lado de un panal de abejas a la usanza prehispánica, tienen celdas solares, biodigestores y apicultura moderna.
Tienen banca propia y prestan a sus miembros con bajo interés y con promesa de pago (les basta el compromiso por palabra). Prescinden lo más posible del uso del dinero y practican trueque. Han creado su propio sistema educativo. Todos los estudiantes (kínder, primaria y secundaria) inician su día en las faenas agrícolas; después toman clase en el salón y aprenden en náhuatl, en español y en inglés. La comida que consumen proviene de la localidad: chayotes, frijoles, tamales, cecina, pan cocido a la leña, muy buen café y salsa. En el lugar, de noche y de día, se desborda el sonido tupido de naturaleza, el ruido de autos es escaso, y el cielo y la luna son intensamente brillantes. Los días son húmedos, soleados y lluviosos; como si entráramos en un clima neutro.
En el lugar se gasta poco, se come básico, se duerme profundamente y se respira aire puro; el tiempo parece ser suficiente y el susurro del habla náhuatl, tan viva y endémica, nos rodea.”
Sólo me queda añadir que, la próxima vez que pensemos que la utopía no es posible, reconozcamos que esa misma negación nos separa de alcanzarla.