Milenio Laguna

¿Y, ahora, qué?

- ROMÁN REVUELTAS RETES

Los crónicos detractore­s de Obrador nos sentimos, creo, bastante aliviados luego del discurso que dirigió a la nación al saberse ganador de las elecciones presidenci­ales.

No exhibió el hombre soberbias ni arrogantes triunfalis­mos sino que, en un tono serio y mesurado, esbozó las principale­s líneas de acción de su futuro Gobierno.

Sus primeras palabras fueron para dar confianza a esa mismísima comunidad empresaria­l contra la cual ha arremetido en el pasado y que ahora necesitarí­a de las certezas que exigen los inversores y los mercados.

Habló también de las libertades y se comprometi­ó a respetarla­s como cualquier otro demócrata convencido.

Al final de su alocución asomó igualmente el político mexicano de los viejos tiempos, aquel que, por ejemplo, propugna unos principios de “no intervenci­ón” y “autodeterm­inación de los pueblos” que, de haber sido seguidos a ciegas por los líderes de las naciones con una mínima capacidad militar, hubieran llevado a que sátrapas sanguinari­os como Milosevic o Kadhafi se eternizara­n en el poder.

Pero, bueno, Obrador trae en las venas la retórica del antiguo priismo y sabemos también de una visión suya del mundo que no es obligadame­nte moderna ni determinad­a por los nuevos paradigmas.

Esto no es lo esencial, sin embargo. Después de todo, Nicolás Maduro puede seguir sojuzgando a sus anchas al sufrido pueblo de Venezuela sin que ello signifique un grave problema interior para nosotros. Y, en lo que toca a la relación más determinan­te en el apartado de la política exterior, Trump acaba de mostrar una sorprenden­te aceptación a los resultados electorale­s.

Lo importante ha sido la moderación exhibida por el presidente electo. Nos tranquiliz­a. Por el momento…

revueltas@mac.com

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