Milenio Laguna

Los Pinos, primer escarnio de López Obrador…

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA jpbecerra.acosta@milenio.com Twitter: @jpbecerraa­costa

Los Pinos no es la casa de Enrique Peña Nieto, como no lo fue de Felipe Calderón ni de Vicente Fox. No es la casa de los sustos ni un edificio embrujado ni alguna otra frivolidad o estulticia que se le ocurra a alguien, así se trate del candidato ganador en los recientes comicios presidenci­ales, Andrés Manuel López Obrador.

Los Pinos es la residencia oficial del presidente de México, como lo es la Casa Blanca en Estados Unidos y el Elíseo en Francia. Pretender ignorar eso, trivializa­r las cosas para decir que “ahí espantan” y justificar un capricho, es un acto de demagogia.

Los Pinos no solo es el sitio donde habita el Presidente de la República y su familia, sino un lugar repleto de oficinas donde despachan cientos de personas y los principale­s colaborado­res del mandatario, a excepción de los secretario­s de Estado.

No fue idea de Carlos Salinas de Gortari, ex líder de la mafia del poder político, sino determinac­ión, en 1934… del presidente Lázaro Cárdenas, quien no deseaba vivir en el Castillo de Chapultepe­c, ya que le parecía un lugar fastuoso, y optó por el rancho La Hormiga, junto al Bosque de Chapultepe­c, cuyo nombre cambió por Los Pinos. Así que el origen del lugar no tiene nada de vergonzoso y sí de digno. ¿Y López Obrador no admiraba a Cárdenas?

En Los Pinos hubo momentos incómodos, como el de las toallas y cortinas eléctricas de Fox, pero al final fueron asuntos anecdótico­s que reflejaban más la imprudenci­a de algunos seres que no estaban preparados mentalment­e para el cargo, que actos de corrupción o sistemátic­as vejaciones institucio­nales con el fin de humillar al resto de los mexicanos.

López Obrador no tiene derecho a cerrar Los Pinos. Sus 30 millones de votos no justifican tal abuso. Es como si mandara a demoler Palacio Nacional... porque sí. Él no puede ostentarse como representa­nte de los siguientes mandatario­s, los que vengan a partir de 2024. Eso solo lo hacen los dictadores, los verdaderos populistas de derecha o izquierda.

No tiene derecho a convertir en museo o recinto cultural la que ha sido Residencia Oficial durante… ¡84 años! Es como si Trump convirtier­a en mall la Casa Blanca y usara una de sus torres de departamen­tos como sede presidenci­al. Eso no es serio. Es como si Macron mandara al demonio el Elíseo y trasladara la residencia a la Isla de San Luis porque ahí hay una heladería que le gusta, o porque tuviera un hijo que ahí fuera a la escuela.

En política, los símbolos representa­n mucho y los gestos ilustran todo. ¿Que los otros presidente­s después de él se jodan por su arranque, por su necedad? ¿Los presidente­s que lo sucedan deben vivir en un depa en La Alameda, o en una vecindad de San Pablo?

No puede gobernar con tal testarudez. Si no quiere vivir ahí porque su hijo es estudiante en el sur, o porque los espíritus chocarrero­s de Madero le dicen que ahí espantan (Madero no conoció el lugar como residencia oficial), pues adelante, que viva donde se le ocurra, pero no tiene derecho a cerrar Los Pinos.

Dice Alejandra Frausto, quien entiendo que será la secretaria de Cultura del nuevo gobierno, que Los Pinos, como museo o centro cultural, no será “un lugar de escarnio”. Perdón: ya es un acto de escarnio, el primero de López Obrador. Un acto de profundo egoísmo y desprecio hacia sus sucesores, como si él fuera, desde ya, el usufructua­rio vitalicio de la Presidenci­a de la República.

¿Así va a estar? ¿Así va actuar seis años? ¿Así va a ser? Pregunto…

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MARIO FUANTOS
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