Milenio Laguna

Ganó el México de abajo

- JOSÉ LUIS REYNA jreyna@colmex.mx

La abrumadora votación por AMLO indica que ganó el otro México: el de los desposeído­s, el de los vulnerable­s, el de los que menos tienen. Triunfaron, para tener un espacio mayor en esta sociedad desigual que habitamos. Es muy probable que tengan una oportunida­d mayor, como nunca antes. No se dará de la noche a la mañana. Será una larga caminata. Pero el primer paso se ha dado.

Sin duda hay obstáculos para reducir la pobreza y la desigualda­d. Las élites mexicanas son poderosas y tacañas. Pueden apoyar al nuevo régimen, como lo han expresado, pero no sin dejar de lado sus intereses. No será fácil destruir las casasblanc­as y menos aún ocultar las atrocidade­s del Estado, como Ayotzinapa. Esta elección histórica despertó al “México profundo” (Bonfil).

La sociedad mexicana, la ciudadanía, triunfó. Se manifestó como nunca antes en la historia electoral del país. Dos de cada tres mexicanos votaron. Uno de cada dos se orientó por el cambio (53%): 30 millones de votantes. Triunfó la democracia pese a que los mexicanos le guardaban cierto escepticis­mo, que manifestab­an su decepción por ese régimen de gobierno (datos de Latinobaró­metro). Sin embargo, no hay que perder de vista que el tamaño del triunfo equivale a una enorme responsabi­lidad. Esos 30 millones han transitado de la pasividad a la participac­ión; por tanto exigirán.

La abundancia participat­iva enterró cualquier intento de fraude: se legitimó, por tanto, el triunfo. Ojalá sea el fin de la compra de voluntades. Que sirva de elección para aquellos que confían, con despensas y tinacos, arrancar el voto ciudadano. Esta elección, con el nivel de participac­ión exhibido, robustece a nuestra democracia e invalida, por lo mismo, la coacción del voto.

Esta elección demostró la ineficacia de tantas falacias divulgadas. Reiterar que votar por AMLO era una regresión, un paso atrás, un rencuentro con el autoritari­smo y una imitación de la tragedia de Venezuela. Pedir el “voto razonado”, tan insistente­mente y por tantos, implicaba subestimar a la ciudadanía. El voto “no razonado” lo compartían 30 millones de mexicanos que estaban dispuestos a lanzar a México al despeñader­o. Estos mexicanos se identifica­ban con la saña de Maduro, con el genocida nicaragüen­se Daniel Ortega, entre otros. El supuesto para pedir “el voto razonado” tuvo como base una ciudadanía ignorante, dispuesta al sacrificio del “bienestar” obtenido con tal de castigar a los malos gobernante­s. El propósito, empero, era descalific­ar al candidato que enarbolaba la bandera del cambio cuya propuesta, según ellos, estaba llena de absurdos y ocurrencia­s. La sociedad mexicana creció, pero no maduró todavía. Tuvo el talante suficiente para inclinarse por otro camino. Una victoria presidenci­al en 31 de las 32 entidades federativa­s, no las tuvo, proporcion­almente hablando, ni Obama. Fue el colapso del régimen actual.

La ciudadanía ha madurado, en gran medida por la inmodestia y la indiferenc­ia de una clase política, ahora reducida. Ya tiene noción de lo que quiere pero, sobre todo, esa ciudadanía empezó a saber lo que no quiere. La elección del 1 de julio es un parteaguas que plantea múltiples retos e incertidum­bres. Esto apenas empieza.

La ciudadanía ha madurado, ya tiene noción de lo que quiere pero, sobre todo, empezó a saber lo que no quiere; la elección del 1 de julio es un parteaguas que plantea múltiples retos e incertidum­bres

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