Milenio Laguna

AMLO y los indígenas

- BRAULIO PERALTA

Adán Hernández bailaba como si estuviera en lo alto del “palo encebado”, a 25 metros del suelo. Pero no. Ahora sus pies bordean apenas dos ladrillos de una banqueta. Toca el tamborcito y la flauta, anunciando el final de su ritual, ese donde los voladores de Papantla han dado la vuelta al mundo —aunque sigan siendo tan miserables como el resto de las comunidade­s indígenas de México—, esos a los que les han ofrecido todo para alcanzar el bienestar social, sin llegar...

Adán Hernández culmina su danza. Escupe de espaldas al público que lo aplaude. Con el rostro amarillent­o, voltea hacia sus espectador­es y pide con su gorrito lo que se le quiera ofrecer: apenas unas monedas. Sonríe a pesar de la insatisfac­ción. Ya son las 4 de la tarde y no ha comido. Me dice sin preguntarl­e:

—Andrés Manuel López Obrador pasó por aquí (por Tuxpan, Veracruz). Andaba de campaña. Me le acerqué. Hablé con él. Me preguntó si tenía la tarjeta de la tercera edad. Le dije que todavía no. Me la ofreció. Le contesté:

“Bueno, será si llega, si lo quiere el señor… y si yo no me muero antes por estos caminos; entonces cobraré la tercera edad, como promete…

“Me dijo que lo buscara. Pero no me dio su dirección. Yo ando siempre trabajando. Ahora mismo voy para Reynosa. Vivo de lo que aprendí de mis ancestros. Hay tradición. He ido a Alemania… a muchas partes. Gusta nuestro trabajo. Pero aquí, ya ve, puros centavitos… Igual nosotros queremos seguir nuestras tradicione­s”.

Adán Hernández no sabe leer ni escribir, pero me dijo: “sé algunas palabras en inglés, y claro, mi dialecto el totonaco —y castilla, para defenderme. Del campo no se vive, hay que hacer muchas otras cosas para sacar a la familia”.

Mudo, escucho al señor Hernández, viejo, de unos 70 años, desdentado, manos callosas, enfermo... En toda la huasteca los totonacas deambulan por las plazas, luchando para comer, vía su música y su baile, nunca con la mano extendida. Sorprende su entereza y dignidad. Prosigue:

—Me dijo el candidato de Morena que lo buscara en el Zócalo de la Ciudad de México. Pero pues no, no creo que ahora que ya será presidente, me reciba. Ni siquiera me van a dejar entrar. Pero, bueno, ojalá cumpla su promesa…

Ni siquiera fue lo que se dice una entrevista al reportero. No. Fueron las ganas de contar del señor Hernández. Uno entre millones de indígenas a los que políticos han prometido y jamás les han cumplido. Porque si cumplieran, ya no andarían en las plazas buscando para comer y ganar unos centavos… TRASPIÉ: La danza de los voladores es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, desde 2009. ¿Y?

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