TERMINATORII.
El abogado Moreno, de anteojos, amable y simpático. Tenía su puesto de discos compactos sobre Balderas, casi llegando a la Avenida Juárez, a unos metros de la Alameda Central, en mi adorado Centro Histórico de México Distrito Federal (que no CdMx, como rebautizara Miguel Ángel Mancera, con la tramposa intención de pasar a la posteridad, pues más bien todos lo recordaremos por demoler edificios históricos para construir centros comerciales).
Nos llamaba abogado a los que nos deteníamos allí, para adquirir o escuchar discos de jazz, blues, música clásica, o simplemente para charlar.
Hace pocos días se desplazó a la Avenida Morelos, casi enfrente de la redacción de MILENIO. Ahora vende sándwiches, chapatas, hot-dogs y chilaquiles; todo delicioso. Su mujer me comentó: “Nos desplazó la tecnología”.
En la actualidad nadie compra discos compactos, la gente baja música de internet (yo mismo la busco y reproduzco en YouTube; ni siquiera en iTunes, SoundCloud y Spotyfi, pues soy un conservador dentro de la modernidad).
Las tiendas Mixup, antaño especializadas en discos, se fueron desplazando hacia los remates de CD, DVD y películas en blu-ray (“todo a 99 pesos”).
Con la piratería y la bajada de música, videos y series en streaming, ya ni siquiera sale esa mercancía, por clásica que sea.
Mientras devoro unos chilaquiles, el Abogado y yo recordamos los tiempos del ArcaPerdida, cuando en las fiestas hacías schatch con los discos de vinilo. Steven Spielberg no ha muerto Blockbuster, famosa empresa internacional dedicada a la renta de películas, ya tiene solo una sucursal, en Bend, Oregón, Estados Unidos; una ciudad con nutrias, montañas y un volcán.
Me pregunto cómo será la clientela de este último videoclub. Seguramente viejitos y hipsters (pues estos últimos tienen un exótico gusto por las antigüedades, que llaman vintage y retro).
Quizás hayan planificado desarrollar el turismo con el slogan: “Visite el JurassicPark de VolveralFuturo”, atrayendo a quienes vieron la película ReadyPlayerOne. Paciencia, prudencia, verbal contingencia La cuarta transformación debería incluir la conservación y fomento de los videoclubs, pues Javidú (con todo y sus pillerías) tuvo razón al exaltar la paciencia como un valor importante.
Muchos accidentes, tratos desafortunados, bodas y divorcios son producto de una decisión apresurada, pues la sociedad actual está malacostumbrada a hacerlo todo de prisa (y lo peor, creen que ese defecto es una virtud, pues confunden lo dinámico con hacerlas cosasalopendejo).
Hoy se quiere todo peladito y en la boca y para ahorita. Basta con apretar un botón para tener la canción, Los nazis del surf deben vivir Además de los Videocentros, Blockbusters y otras grandes cadenas, los chidos eran los videoclubes caseros y patitos.
Las películas que se exhibían en los videoclubes comerciales se limitaban a lo legalmente correcto, los otros te rentaban películas piratas, grabadas de la tele y de origen desconocido; de esa oferta podía brincar una película extraña o de culto, que sabrá Dios cómo llegaron allí; títulos que no están en los catálogos comunes y corrientes ni pasan en cineclubes universitarios, como Los surfistasnazisdebenmorir,Elataque delostomatesasesinos,SantaClaus conquistaalosmarcianos o la película porno donde actuó Sylvester Stallone.
Videoclub que me brindaste la oportunidad de disfrutar las peores películas: “Hasta la vista, baby”.