Milenio Laguna

Mick Jagger, el supremo egocéntric­o: Philip Norman

“Entre nuestros tesoros nacionales están el whisky escocés, Shakespear­e, la Familia Real y, por supuesto, los Stones”, señala el biógrafo del cantante

- Xavier Quirarte/ México

Acaso Mick Jagger pueda afi rmar: “Los Rolling Stones soy yo”. Su contemporá­neo Philip Norman, autor de la biografía Mick Jagger (Anagrama, 2012) recuerda que “en los años 60 era el más inestable de los grupos de pop en Inglaterra. Brian Jones había aparecido muerto en su alberca, algunos de ellos habían ido a la cárcel y tuvieron que dejar Gran Bretaña. Estaban en bancarrota, su futuro no era promisorio”.

Sin embargo, dice Norman en entrevista telefónica con MILENIO, “fue Jagger quien los mantuvo juntos. De ser considerad­os personajes nefastos —que sí lo eran—, ahora son un tesoro nacional, incluso mundial”.

La de los Rolling Stones es una historia que comenzó con sus primeros conciertos en 1962, y parece no tener fi n. Hoy, cuando Mick Jagger cumple 75 años, saludemos a ese “supremo extroverti­do —como lo define Norman—, que prefiere la discreción (...), un supremo egocéntric­o a quien no le gusta hablar de sí mismo”.

El líder de los Stones los salvó del naufragio. Norman lo atribuye a “una estricta autodiscip­lina. Le gustaban mucho las drogas, lo que es irónico, porque fue uno de los adictos más famosos en la historia de los 60 pero tiene un carácter disciplina­do y mantuvo unido al grupo”.

Musicalmen­te, agrega el también autor de biografías de John Lennon, los Beatles, Buddy Holly y Paul McCartney, “la verdadera estrella de rock es Keith Richards, un ídolo de todos los héroes de la guitarra. Y los demás son esenciales: como en los grupos grandes, son personajes diferentes que atraen a diferentes sectores del público. Los vi hace un par de años en un festival, y los más jóvenes estaban muy cerca del escenario para verlos”.

Los Stones son un tesoro nacional, tanto como Shakespear­e, escribió en su libro. ¿Aún piensa así?

Sí, de manera diferente. Hay algunos tesoros nacionales, como el whisky escocés, Shakespear­e, la Familia Real. Definitiva­mente, los Stones están en esa categoría.

También son una empresa. Un negocio muy bien organizado. Jagger estudió economía y, en cierto punto de la carrera del grupo, dejaron de tener un agente convencion­al para tener uno de negocios. Y esto se debe a él, quien ha sido el director general de Rolling Stones Inc.

Jagger dijo que no quería ser como un Elvis avejentado en el escenario, pero disfruta cada concierto. Claro, le encanta ser Mick Jagger y no quiere parar. Es grotesco que este hombre, en sus setenta y tantos años, todavía suba al escenario como si fuera un adolescent­e, lo que es realmente extraño para un hombre que tomó tantas drogas en los años 70. Pero la gente quiere verlo, quiere escucharlo.

¿Cómo describe a Jagger? Cuando escribí el libro me di cuenta de que lo admiro más de lo que me imaginaba. Es un gran autor de canciones y buen intérprete de la armónica. Hubo momentos en los que se comportó muy mal, pero en otros mostró mucha valentía, como en el Festival de Altamont: las otras bandas corrieron por su vida cuando los Ángeles del Infierno empezaron a golpear a la multitud, pero Jagger terminó su actuación. A pesar de que les habían pedido que pararan, siguieron tocando porque si no la trifulca hubiera sido mayor.

¿Le gustan los discos de Jagger y Richards? Parece que son para tomar aire y volver a los Stones. Eso es cierto. Se dan cuenta de que el futuro está en los Stones. Fueron una banda de sencillos y no de álbumes, aunque algunos son grandes. Si los Beatles hacían grandes álbumes, los Stones hacían grandes sencillos.

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FACUNDO ARRIZABALA­GA/EFE Le gustaban mucho las drogas, pero también tiene una estricta autodiscip­lina, dice el periodista.
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