Milenio Laguna

De cómo normalizam­os los homicidios de periodista­s

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @ esteban_ is Facebook: / illadesest­eban

Esta semana, mientras la prensa nacional sigue con extrema atención las acciones del próximo presidente —los periódicos presentan notas como “Llega AMLO a su casa de campaña” para después sustituirl­as por “Abandona AMLO su casa de campaña”—, otro periodista, uno más, fue asesinado.

Se trata de Rubén Pat, director del semanario en línea Playa News en Playa del Carmen. Dejemos de lado por un momento que Pat no es el primer periodista que matan en Quintana Roo: ni siquiera es el primer periodista que matan de su medio. Hace menos de un mes, José Guadalupe Chan perdió la vida en circunstan­cias similares.

Depende de a quién le creamos y qué metodologí­a usemos, porque nadie se pone de acuerdo — empezando por las autoridade­s—, para saber con exactitud cuántos periodista­s han muerto —la mayoría impunement­e— desde que inició este siglo. Sea cual sea el número exacto —alrededor de 100 en 18 años—, con que sea solo uno ya estamos hablando de demasiados.

A pesar de tan graves cifras, ya normalizam­os la situación. En medios, si acaso una pequeña nota en interiores en la versión impresa. En internet unos tuits y una escasa biografía del periodista muerto. De las autoridade­s lo mismo: unas escuetas palabras sobre cómo las líneas de investigac­ión están abiertas y se busca a los responsabl­es. Nada más. Eso en el mejor de los casos.

Porque nos gusta decir en México que quien murió se lo buscó. Que seguro andaba en malos pasos. Porque como decía un ex presidente, “se matan entre ellos”. Quizás sea por eso que las vidas de los periodista­s nos parezcan tan sacrificab­les: la violencia que surgió en estas últimas décadas nos es tan incomprens­ible que todo lo que consume nos es igual. Si llega a nosotros algo hicimos.

Mientras tanto, los responsabl­es de informar lo que sucede en este país —que es mucho más que una silla presidenci­al— mueren día con día. Sí, hay luna de miel con el nuevo gobierno. Pero el país que hereda sigue ahí. Y eso incluye a centenares de periodista­s asesinados.

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