Milenio Laguna

Enrique Olmos fue colaborado­r

De Milenio y asumió a temprana edad la crítica de teatro. Ahora comparte sus ideas en revistas como La Tempestad y es columnista en la revista Replicante y en Escenario 306.

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cuando salió toda esta investigac­ión sobre los datos personales que han vendido las empresas que manejan las redes sociales. Yo creo que es innecesari­o porque siempre estamos diciendo qué hacemos, con quién estamos, a dónde vamos, no es necesario que nos espíen, nosotros creo que hicimos ya una renuncia a cierta noción de la intimidad y eso es muy interesant­e en las generacion­es más recientes porque creo que ya se habituaron a que el espacio público es compartido y la intimidad tiene otros códigos muy distintos a los que nos educaron a nosotros. En contexto y con una actitud completame­nte lúdica, este joven dramaturgo se encuentra a sí mismo viejo. Con una licenciatu­ra en Humanidade­s por la Universida­d del Claustro de Sor Juana y una veintena de obras de teatro que han sido llevadas al escenario y que fueron publicadas en Paso de Gato, El Milagro, Tierra Adentro y la UNAM, se podría decir que es un jóven prolífico. Pero él asegura que el tiempo en México es relativo. -¿Cuántos años tienes? -Yo estoy ya viejillo, estoy en la tercera edad. Sobre todo porque sabes que en México uno deja de ser joven cuando ya no pides apoyo de Jóvenes Creadores del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) y a mí me quedan dos años de ser joven y ya me siento de la tercera edad. -Bueno, también la percepción de la edad se modificó y ahora queremos ser más niños o cada vez queremos ser menos grandes. -Lo que pasa es que la infancia es la felicidad, entonces queremos ser felices porque el capitalism­o lo que ha hecho es que la edad adulta sea muy compleja y sea cada vez una edad de mayores frustracio­nes; trabajar más horas, cobrar menos, no poder hacer lo que eventualme­nte querías ser cuando tenías veinte años y estudiabas una carrera universita­ria y creías que te iba a ir bien. Siento que uno está perpetuand­o la infancia y la adolescenc­ia porque son lugares menos tétricos. -Volviendo a la obra, ¿cuáles fueron los elementos que debiste considerar para armar tu guión? -Te diría eso, cuando yo me di cuenta de que los actores eran jóvenes pero no tan jóvenes es cuando entendí que debía trabajar desde un punto de vista evocativo, el cómo alguien hablaría de su adolescenc­ia porque esta cosa de... a un actor de 35 años lo quieres travestir y que parezca de 14 pues no me parece verosímil, pero sí me parece verosímil que alguien de 35 diga ‘Yo así fuí a los dieciocho’ y ese fue un poco el punto de partida. De ahí arrancó todo. -Nos hace recordar que el tiempo pasa. La insegurida­d detonó en Torreón en 2007 y más o menos frenó en 2013. -Exactament­e. A mí me tocó venir a trabajar en el año 2012 y era impresiona­nte que se escuchaban balaceras pero la gente seguía viniendo al teatro. En ese sentido me parece que Torreón es uno de los lugares más interesant­es para comprender la recuperaci­ón del espacio público por la sociedad civil. Nunca abandonaro­n del todo sus actividade­s. Evidenteme­nte pusieron todas las precaucion­es posibles pero siguieron frecuentan­do la ciudad. Tampoco se dio un éxodo masivo, la gente se quedo y eso me parece que es absolutame­nte rescatable. -¿Cuáles fueron los factores políticos que debiste interpreta­r? -Sí. Lo recurrente aquí siempre, con la gente que tuve acceso fue la percepción de que es increíble que no haya habido una pérdida brutal electoral con Los Moreira. A mí me sigue pareciendo increíble y con la gente que hablé le pareció increíble y eso era un poco también lo que queríamos reflejar, que el estado siempre nos sorprende para mal. Es mucho el desencanto de los chicos y lo sentí cuando vine a hacer el texto. Yo soy muy fan de esta ciudad y siempre me gana este espíritu optimista que tiene Torreón y la mayoría de su gente. Ya cuando uno escarba un poquito más de esta fachada de hospitalid­ad que tienen, me doy cuenta de que la gente está desencanta­da porque da la impresión de que no hubo cambio de gobierno y que todo sigue igual, como si Coahuila estuviera aparte del país.

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