María José de la Macorra, las plantas como una obsesión
SXavier Quirarte/ egún el científico David Attenborough, “hay alrededor de cuatro millones de tipos de animales y plantas en el mundo. Cuatro millones de soluciones diferentes al problema de mantenerse con vida”.
Entre tantas especies, la mayoría de los mexicanos somos incapaces de distinguir un árbol de otro. Asistir a la exposición Herbarium, de la escultora María José de la Macorra, en la Galería ETHRA (Londres 54, colonia Juárez) no nos hará sabios en botánica, pero sí nos invitará a ver aquello que se ha vuelto invisible y reflexionar sobre lo que la artista crea a partir de su interacción con la naturaleza.
Toda la obra de De la Macorra gira en torno a la naturaleza, dice en entrevista con MILENIO: “En estas salas hay dos esculturas de cinco metros y medio de largo, que en realidad son interpretaciones de vainas que miden menos de ocho centímetros. Me interesa hacer visible lo que la gente no ve a simple vista. En la vida cotidiana pasamos frente a parques con plantas hermosas que nunca vemos”.
En dos paredes se muestran cápsulas transparentes con flores de maguey que la artista colectó en el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM. Los ejemplares se alternan con diapositivas en las que se ve al maguey mientras florece: “Cuando lo hace es que ya va a morir, lo que es irónico. En las cápsulas también hay fotos de granos de polen tomadas con microscopio que me proporcionó una citóloga”.
Una tinta de dos por cuatro metros representa una tillandsia muy estilizada: “He trabajado bastante tiempo con esta planta porque me interesa su forma y porque es muy sofisticada: vive de los nutrientes que le proporciona el ambiente. Tiene un núcleo a partir del cual sale toda esa fuerza hacia el mundo, aunque yo la he reinterpretado. La planta también es reinventada en dos esculturas de alambre retorcido que invaden el espacio”.
Uno de los herbarios muestra una colección de orquídeas que, aunque no están extintas, ya han desaparecido de la Reserva del Los antiguos tratados botánicos han sido su fuente de inspiración. Pedregal de San Ángel. “Esto ha sido resultado del saqueo, el cambio climático y otros factores. Lo que hice fue bordar estas orquídeas a máquina y las coloqué en marcos dorados, porque para mí son como un tesoro. El uso del dorado es muy recurrente en mi obra, sobre todo cuando hablo de cosas desapare- cidas, que ya no vemos, que ya no existen, que ya perdimos”.
Herbario incluye obras que, según De la Macorra, tienen que ver con sus obsesiones infantiles. “Estas obsesiones te siguen toda la vida, y trabajas sobre tres o cuatro. La botánica es una de mis obsesiones”.