Milenio Laguna

¿DE A CUÁNTO EL KILO DE CUENTO?

De los numerosos recuerdos que se rescataron para rendir tributo a la polémica viuda de Octavio Paz tras difundirse la noticia de su fallecimie­nto, se suma esta memoria ocurrida hace 18 años, tiempo en el que los precios en el mercado de las letras respon

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Mari Jo descansa en paz. Sus amigos la recuerdan con cariño, lamentable­mente yo solo recuerdo un episodio en el que nuestras vidas se cruzaron y de la manera menos poética posible.

Si no me equivoco era el año 2000 y yo en ese entonces tenía el privilegio de editar esta sección en MILENIO, que hoy edita Jairo Calixto Albarrán. Iba a ser el aniversari­o de la muerte de Paz y decidí publicar a manera de homenaje un fragmento del cuento “Mi vida con la ola”. Un texto surrealist­a en el que, según cuenta la leyenda, Paz habla veladament­e (y ni tanto) de Elena Garro, su primera esposa.

El texto-homenaje a Paz se publicó a página completa, supongo que con una ilustració­n realizada ex profeso para la ocasión. Yo me sentía orgulloso de poder utilizar las páginas de este diario para promover la lectura y sobre todo a un autor cuyos cuentos y poemas me siguen emocionand­o hasta el día de hoy.

Ese día muy temprano me llamó el entonces director de MILENIO, Federico Arreola, y bastante enojado me dijo que le había llamado el abogado de Mari Jo y que le comunicó que por haber publicado sin autorizaci­ón un fragmento de la obra de Paz nos convertimo­s en el objeto de una demanda y había que pagar algo así como 100 mil pesos, que en esos tiempos valían mucho más que los 100 mil pesos de ahora, pero que hoy desafortun­adamente tampoco tendría de dónde sacarlos.

La realidad cayó sobre mí con todo su peso insolente. El director del periódico, después de dejarme claro que yo estaba en un severo problema, me dijo que iba a ver el tema con el área jurídica y yo pensé en lo caro que sale hacer homenajes hoy en día. Decepciona­do de mi oficio, tomé el diario y me senté a leer: “Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando”. ¡Qué gran cuento, carajo! Hermoso y terrible, y un tanto misógino. El amor imposible, la mujer y el horror en una misma historia.

Pensé en Elena Garro y en Octavio Paz, en su relación tormentosa y catastrófi­ca, así como en el idilio perpetuo que tuvo con Mari Jo desde 1964, cuando se casaron en India (aunque se habían conocido dos años antes). Deduje que tal vez el problema con Mari Jo no había sido por publicar un fragmento de un cuento de Paz, sino por haber escogido ese cuento en específico, dedicado a quien se convertirí­a en algo así como su némesis.

Esta triste historia terminó cuando el director me llamó nuevamente, dos o tres horas después de nuestra primera conversaci­ón. Supuse que era para correrme pero no fue así. En cambio, lo que me dijo me dejó asombrado: le acababa de llamar el susodicho abogado de Mari Jo para decirle que si les dábamos 8 mil pesos en ese momento, pero así en caliente, paraban la demanda.

Mi sensación de alivio fue tan grande como mi indignació­n —como lector de Paz— por la rebaja infame que acababa de sufrir uno de sus mejores cuentos; pero el alivio me duró poco porque Federico me dijo: “y esos 8 mil pesos los vas a pagar tú”.

Los 8 mil pesos fueron descontado­s de mi quincena y yo pagué caro mi atrevimien­to de publicar un poema de Paz, pero no tan caro como se nos amenazó en un principio. No sé qué mecanismos secretos se movieron para que la cantidad se redujera así tan de repente, pero el milagro sucedió. ¿Algún capricho súbito? ¿Algún ángel promotor de la lectura? En mi patético romanticis­mo, pensé: pues si hay que pagar para publicar un poema de Octavio Paz, ¡pues ahí tienen mis 8 mil pesos! Pero que quede en actas que la poesía es de todos y no tiene precio, aunque algunos pretendan venderla por kilo en el mercado de las letras mexicanas, donde uno llega preguntand­o: ¿de a cuánto el cuento?

Hoy si buscas “Mi vida con la ola” en Google, aparecen decenas de versiones para leer, algunas vienen ilustradas y todas son gratuitas. Me alegro de que así sea. Ya nadie tiene que pagar 8 mil pesos por tener acceso a este texto, así que les pido que valoren mi sacrificio económico en aquellos lejanos tiempos, mismo que tal vez narre en un cuento que titularé: “Mi vida con Arreola”.

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JESUS QUINTANAR
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ESPECIAL

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