Descifrando la Cuarta Transformación
No tendremos más que inferir de sus decisiones y acciones la concepción de lo que entiende por ese cambio del país
Con enorme gratitud a Carlos Marín
El nombre dado a la promesa de cambio anunciada por López Obrador desde su campaña no es modesto: “la Cuarta Transformación de México”, en el entendido de que las tres anteriores (la Independencia, la Reforma y la Revolución) fueron parteaguas de la historia nacional. Pero más allá del nombre, la ambición y una idea muy general, el próximo presidente no ha precisado gran cosa sobre el alcance y contenido de tan grandioso objetivo. Los trazos son muy gruesos: acabar con la mafia del poder (léase separar a la clase política de la oligarquía empresarial) como premisa y condición esencial para terminar con la corrupción; tener un gobierno austero (y descentralizado) a fin de disponer de recursos para proyectos sociales que reduzcan pobreza y desigualdad.
Y como creo que no conoceremos definiciones conceptuales más acabadas o un diseño integral y estratégico de su parte —ni AMLO ni sus cercanos son dados a la elaboración teórica, sino que son políticos pragmáticos con pocas ideas y muy simples sobre el futuro del país—, no tendremos más que inferir de sus decisiones y acciones la concepción de lo que entiende por la Cuarta Transformación del país.
De las decenas de anuncios hechos por AMLO en el mes posterior a la elección, se puede bosquejar un primer perfil de la Cuarta Transformación. ¿De verdad en eso consistirá?
En cuanto al diseño político institucional o régimen, la cosa no pinta muy novedosa. Más que transformación, se trataría de una restauración: la del presidencialismo del siglo pasado: Ejecutivo federal poderoso, con el control de Congreso y dominio total sobre el partido oficial; procurador (ahora se llamará fiscal general) a modo; como los gobernadores se han convertido en virreyes semiautónomos y además la mayoría no pertenece a Morena, se les impondrá un virrey paralelo —los coordinadores federales del desarrollo— que de paso podrían poner en riesgo el federalismo. No me detengo mucho en este aspecto. Héctor Aguilar Camín lo ha analizado en extenso y yo lo comenté antes de las elecciones.
Segundo. Las medidas para garantizar la austeridad del gobierno —reducción draconiana de sueldos y prestaciones; cancelación de compras sin sentido (ningún equipo de cómputo, por ejemplo) venta de todo el transporte aéreo del gobierno federal, etcétera— podrán tener un enorme valor simbólico y aportar algunas decenas de miles de millones de pesos a programas sociales (lo cual es absolutamente necesario, deseable y loable), pero no resolverán el problema de la pobreza de la hacienda pública frente al tamaño de las necesidades sociales y económicas del país. Pero el problema más grave es que provocarán un grave deterioro del capital humano del sector público. En esas condiciones el gobierno no podrá operar adecuadamente el primer año y si se añade una descentralización caótica y mal planeada, el gobierno podría ser un desastre de proporciones mayúsculas.
Tercero, las encomiendas dadas a la futura secretaria de Gobernación (el tema de la pacificación y reducción de violencia) y al que va a ser titular de Seguridad Pública (se quedó con la seguridad nacional y la seguridad pública, más la inteligencia financiera y protección civil) anticipan una inversión de lo ocurrido en este sexenio: el desmantelamiento de Gobernación y el empoderamiento de Seguridad Pública. Sin embargo, Durazo poco se ha referido al que debiera ser su tema central: el modelo policial del futuro y las estrategias para reducir la inseguridad. ¿El proyecto de AMLO de juntar Seguridad Pública y gobernabilidad consiste en reconstruir la Dirección Federal de Seguridad pero a lo bestia? ¿Les importa reducir la violencia y la inseguridad?
¿En otras palabras, la Cuarta Transformación en materia político-administrativa consistirá en: a) un presidencialismo resucitado y sin recato alguno para someter a los contrapesos; b) una administración desmantelada, en mudanza continua y, por tanto, descoordinada e ineficaz por quién sabe cuánto tiempo, y c) una Secretaría de Gobernación reducida al mínimo, dedicada a tareas políticamente correctas, mientras la gobernabilidad se trabaja con óptica policial desde la Seguridad Pública y con todos los instrumentos de la inteligencia? Es pregunta.