Milenio Laguna

El público

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l domingo no solo se estrenó lo “nuevo” de Mira quién baila, los cables y las antenas directas al hogar se pusieron de fiesta con el lanzamient­o de las nuevas temporadas de dos de los programas más exitosos de toda la gran pantalla chica.

Por supuesto, me refiero a ¿Quién da más? y a El precio de la historia del canal History.

¿Cuál es la nota? Algo muy delicado: contrariam­ente a lo que algunos de los productore­s más mediocres de la industria de la televisión mexicana nos han estado diciendo todo el tiempo, el público no es ni tonto, ni corriente, ni grosero ni adicto a la basura.

A las audiencias les gusta ser atendidas, respetadas, retadas y cuando un programa cumple con esto se produce un fenómeno infinitame­nte superior al del rating fácil, se produce un éxito de verdad, un cañonazo que perdura, un fenómeno social.

¿Quién da más? y El precio de la historia no se parecen en nada a la mayoría de los supuestos triunfos de la televisión abierta privada nacional pero han durado mucho más que cualquiera de esos títulos.

Y si le rascamos a la parte de las utilidades, hasta podríamos concluir que le han dejado mucho más dinero a sus productore­s que cualquiera de las cochinadas que luego nos obligan a sintonizar por acá.

¿Por qué le estoy diciendo esto? Porque hemos vivido engañados durante mucho tiempo por hombres y mujeres que nos han hecho creer tontería y media de lo que debe ser la televisión.

Hoy que sus mentiras son insostenib­les, hoy que estamos El precio de la historia es un programazo que nos encanta porque todos tenemos alguna reliquia en la casa. viendo cómo han arruinado tantas cosas y tantas vidas, hay que voltear a ver lo que siempre ha estado bien y aprender de propuestas como las de ¿Quién da más? y El precio de la historia.

¿Qué es ¿Quién da más? del canal History? El “hit” más inexplicab­le del universo.

¿De casualidad usted conoce las minibodega­s que se han estado poniendo de moda en nuestro país en los últimos años?

Bueno, en Estados Unidos esto es legendario. Cuando las personas que rentan esos espacios mueren o dejan de pagar, los propietari­os de las minibodega­s pueden hacer lo que quieran con lo que está guardado ahí.

Y como a veces se trata de tesoros, hay gente que pelea por comprar esos objetos y venderlos ya sea en sus tiendas o en internet.

¿Quién da más? es un “factual” (ejercicio de televisión real) donde varios equipos de compradore­s de lo que aparece en las bodegas compiten por quedarse con esos objetos en una suerte de subasta a ciegas.

Al final unos pierden, otros ganan pero todos terminamos pasándola bien y aprendiend­o sobre la historia de muchos objetos que invariable­mente nos remiten a algo que nos mueve en términos emocionale­s.

¿A qué me refiero cuando le digo que esto es un hit inexplicab­le?

A que ningún productor mexicano se atrevería ni a invertir ni

Cuando hay sustento

a programar algo así. ¿Bodegas? ¿Subastas? ¿Historia? ¡Qué flojera!

¡Para que vea! ¿Quién da más? confirma que las diferencia­s culturales entre México y Estados Unidos son cada vez más cortas (las ventas de “garage” de nuestros barrios son legendaria­s) y que cuando hay sustento, la calidad se impone.

El precio de la historia es uno de los mejores programas de televisión de todo el mundo. Punto.

Estamos hablando del “factual” de unos anticuario­s que compran y venden objetos y de cómo, en media hora, le dan seguimient­o a varios casos.

Algunos son increíblem­ente valiosos. Otros, lo más frau-

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